Cambio progresista en Venezuela y América Latina

09 Diciembre 2007

7 de diciembre, 2007, Mark Weisbrot   En inglés

Cambio progresista en Venezuela y América Latina

por Mark Weisbrot

7 de diciembre, 2007, TheNation.com

En inglés
Vea el artículo original aquí

Tenía defectos, al igual que otros hombres; pero fue por sus virtudes que fue odiado y exitosamente calumniado“.
– Bertrand Russell, refiriéndose al revolucionario estadounidense Thomas Paine.

La derrota el domingo pasado de las reformas constitucionales propuestas por el gobierno venezolano probablemente no tendrá mucho impacto en Venezuela.  La mayor parte de los cambios que se proponían con las reformas se puede implementar a través de la asamblea legislativa.  Particularmente en el caso de las reformas progresistas: pensiones de seguridad social para trabajadores del sector informal, educación universitaria gratis, la prohibición de la discriminación basada en género y orientación sexual.  Los elementos negativos, como los de incrementar los poderes del gobierno en caso de un estado de emergencia, probablemente no hubieran cambiado nada en caso de haber sido aprobados.  El gobierno de Chávez nunca ha declarado un estado de emergencia y no ha invocado poderes especiales, incluso en instancias en que los gobiernos más democráticos del mundo lo hubieran hecho—por ejemplo, durante el paro petrolero de 2002-2003, que destrozó la economía y casi bota al gobierno una segunda vez en cuestión de un año, o después del golpe militar de abril de 2002.  (Cabe mencionar también que aún cuando se hubieran aprobado, las reformas no le hubieran otorgado al gobierno venezolano la autoridad de cometer las peores infracciones en contra de los derechos civiles que la administración Bush ha cometido al llevar a cabo su “guerra contra el terrorismo”).
La propuesta de Chávez de eliminar los límites al número de periodos que un presidente puede servir fue derrotada, pero tiene más de cinco años para intentarlo de nuevo si así lo quisiera.  Pero aunque este fuera su último periodo presidencial, los cambios que se están dando en Venezuela  probablemente no serán revertidos en cuanto entregue el poder.
Más importante aún, la esencia de las batallas políticas en Venezuela no ha cambiado.  Comúnmente se pinta esta pugna, erróneamente, como una entre partidarios de Chávez y fuerzas opositoras.  Pero es en realidad, una lucha entre izquierda y derecha, con ambos lados divididos y polarizados en términos de clase, democracia, soberanía nacional y raza.
Por estas razones, en los últimos ocho años ha existido muy poca oposición de carácter progresista, o incluso liberal, al gobierno de Chávez en Venezuela – así como ninguna organización progresista o liberal en Estados Unidos apoyó al presidente George W. Bush para su reelección en 2004.  Venezuela está polarizada políticamente – mucho más  que Estados Unidos.
El referendo apenas produjo cambios en estas líneas políticas divisorias y muy probablemente, dichos cambios sean temporales.  Algunos dentro de la coalición pro gobierno se opusieron a las reformas; y parece ser que las enmiendas a la constitución fracasaron principalmente porque una gran parte de los partidarios de Chávez no votó.  Pero no existe indicio alguno de que estas personas se hayan unido a la oposición y la encuestas muestran que Chávez y el gobierno aún retienen su alta popularidad.  Y la oposición al gobierno es todavía una oposición de derecha, a pesar de la incorporación de un movimiento estudiantil, en su mayoría integrado por estudiantes de clase acomodada, que es ideológicamente más variado – incluyendo al líder estudiantil de oposición Stalin González, quien recientemente defendió a su homónimo en declaraciones para un artículo en el Wall Street Journal.
Respecto a la democracia, siempre ha existido una clara diferencia entre los dos lados.  La aceptación inmediata por parte de Chávez de una derrota por un minúsculo margen – 50,7 por ciento en contra – incluso antes de que todos los votos fuesen contados, debería ser suficiente para rebatir las exageraciones en los medios cuando hablan de un “hombre fuerte” y de un “dictador”.  Chávez felicitó a sus opositores por su victoria.  Como ha sucedido en elecciones previas, Chávez había hecho público su compromiso de aceptar los resultados antes de la votación, y había hecho un llamado a que la oposición hiciera lo mismo.
Por el otro lado, la oposición ha organizado varias huelgas petroleras y empresariales y un golpe militar en abril de 2002, para lograr lo que no lograban en las urnas.  La primera acción del breve gobierno golpista fue la de abolir la Constitución y disolver la Corte Suprema de Justicia y la Asamblea Nacional, electa democráticamente.  El golpe fue revertido a causa de masivas manifestaciones en las calles a favor de la democracia, pero ocho meses después, la oposición trató una vez más de derrocar al gobierno con una devastadora huelga petrolera liderada por la gerencia de la industria petrolera nacional.  Al contrario de lo que pasa en Estados Unidos, en donde tenemos tres conjuntos de leyes laborales que hubieran puesto en la cárcel a los líderes de un paro como éste, el gobierno de Chávez dejó que la huelga siguiera su curso, dejando, en el proceso, una economía devastada.
Sólo después de que todas las medidas extralegales fallaron en desplazar al gobierno fue que la oposición venezolana recurrió a las urnas, ejerciendo su derecho constitucional a un referendo revocatorio presidencial en agosto de 2004.  La oposición perdió por un margen de 59 a 41 y en seguida se rehusó a aceptar los resultados.  Aún cuando la manipulación de los votos era casi imposible con un sistema de doble votación, en donde se emitía el voto electrónico más la papeleta, y a pesar de que los resultados electorales fueran certificados por el Centro Carter y la OEA, la oposición – la cual tiene sus propios medios de comunicación e inventa su propia realidad – hasta la fecha, todavía se afianza a teorías conspiratorias [1] sobre el robo del referendo a través de un fantástico fraude electrónico.  En diciembre de 2005, al ver que perdería, la oposición boicoteó las elecciones parlamentarias, a pesar de que los observadores de la OEA y la Unión Europea reprobaran esa acción.
La oposición finalmente aceptó su derrota en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, en las que ganó Chávez con 63 por ciento del voto y la participación electoral más alta en la historia.  Y ahora que finalmente han ganado en las urnas, existe la posibilidad de que surja una oposición que está más dispuesta a seguir las reglas de la participación democrática.  El movimiento estudiantil parece tener más elementos que favorecen el uso de medios más democráticos para desafiar al gobierno, y puede que haya tenido un papel en convencer a otros en la oposición de votar en el referendo.  Pero no han transformado a la oposición en un movimiento democrático.
En cuanto a cuestiones de clase, las encuestas patrocinadas por la oposición y por el gobierno muestran que los pobres y la gente trabajadora están casi enteramente a favor de Chávez mientras que las clases altas están en contra de él.  Existen razones obvias que explican esta división de clases: el gobierno de Chávez le ha brindado acceso a servicios de salud a la mayoría de los pobres venezolanos, así como subsidios a los alimentos y un mayor acceso a la educación.  El gasto social real (corregido por efectos inflacionarios) por persona se ha incrementado en 314 por ciento a lo largo de los ocho años de la administración de Chávez.  La proporción de hogares en pobreza se ha reducido en más de un 30 por ciento – y esto es midiendo ingresos monetarios solamente y no otros beneficios como servicios de salud y educación.[2]  Curiosamente, a las clases altas también les ha ido muy bien, pero aparentemente se oponen a Chávez más que todo por razones ideológicas, incluyendo el compromiso de Chávez con el “socialismo del siglo 21”.  La administración de Chávez también le ha brindado a los pobres una voz en el gobierno, más de lo que jamás han tenido anteriormente.
En lo que se refiere a temas de soberanía nacional e imperio, las divisiones están claramente marcadas en Venezuela.  Los grupos de oposición más importantes, incluyendo algunos que estuvieron involucrados en el golpe, han recibido fondos y otras formas de apoyo por parte de Estados Unidos.  La participación de Washington en el golpe está bien documentada y fue mucho más profunda [3] de lo que implican los abundantes eufemismos y declaraciones incompletas utilizados por los medios estadounidenses e internacionales más importantes para describir el papel de Estados Unidos.  El Washington Post informó esta semana que la administración Bush ha estado financiando a grupos estudiantiles anónimos, supuestamente de oposición.

Hasta la fecha, el gobierno de Bush ha mantenido su compromiso con un cambio de gobierno en Venezuela a través de la desestabilización y la deslegitimación, aunque existen diferencias al interior del Departamento de Estado.  Su apoyo tácito al boicot completamente injustificado de la oposición en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005 es un buen ejemplo de esta estrategia: la de sacrificar alrededor del 30 por ciento del congreso venezolano solamente por la ventaja propagandística de tener a los medios informando sobre “un congreso completamente dominado por Chávez”.  Mientras que los medios se enfocan en la retórica de Chávez—como, por ejemplo, en su notorio discurso ante la ONU en el cual se refirió al presidente Bush como el diablo—su confrontación con Washington ha sido inevitable y no de su propia elección.

El racismo latinoamericano, en particular fuera del que está dirigido a grupos indígenas, es diferente al que existe en Estados Unidos porque lo que constituye una “raza” no está muy bien definido.  Pero el racismo institucional no prevalece en menor medida que en Estados Unidos, como lo demuestran claramente las notables diferencias en color de piel entre la élite blanca y las clases más pobres alrededor de la región.  En Venezuela, estas diferencias también son bastante visibles entre las manifestaciones en contra y a favor de Chávez.  Quizás más importante sea el hecho de que los que están conscientes y en contra del racismo – incluyendo grupos indígenas y antirracistas – están casi todos completamente a favor de Chávez, en parte debido las acciones de su gobierno en materia de derechos indígenas, incluyendo reforma agraria y titulación de tierras, así como derechos constitucionales.[4]  Está por demás mencionar que la oposición a Chávez – quien está orgulloso de sus raíces africanas e indígenas – también contiene elementos abiertamente racistas.

El apoyo por parte de indígenas fuera de Venezuela incluye al presidente Evo Morales de Bolivia, un amigo cercano y aliado de Chávez.  Otros presidentes latinoamericanos progresistas también tienen relaciones cercanas con Chávez y lo ven como un importante aliado: Néstor Kirchner de Argentina, Rafael Correa de Ecuador y, aunque los medios internacionales siempre tratan de negarlo, el presidente Lula da Silva de Brasil.  Lula encabeza un gobierno divido, pero ha defendido consistentemente a Chávez.[5]  Todos estos líderes entienden la naturaleza histórica de lo que está sucediendo en América Latina: la mayoría de una región que antes era conocida como el “patio trasero de Estados Unidos” ahora tiene gobiernos que son más independientes de Estados Unidos de lo que lo es Europa.  Chávez ha tenido un papel en este proceso, sobretodo a través de los miles de millones de dólares que el gobierno venezolano ha puesto a disponibilidad de gobiernos en préstamos y donaciones, sin ninguna condición política.  Hasta hace unos años, la principal avenida de influencia de Washington en América Latina era a través de controlar los créditos, influencia que era ejercida a través de un cartel de acreedores encabezado por el Fondo Monetario Internacional (FMI).  El colapso de este cartel en años recientes es el cambio más importante en el sistema financiero internacional en más de tres décadas y uno que ha reducido drásticamente la influencia de Estados Unidos.  El que Venezuela brinde una fuente alternativa de crédito es algo que ha ayudado a otros gobiernos democráticos en sus intentos de cumplir sus promesas electorales sin enfrentar la amenaza de una estrangulación económica proveniente de fuera que, sólo unos años atrás, hubiera podido sentenciarlos a vivir por muy poco tiempo.  Es así como está ayudando a promover la democracia en la región.
¿Qué hay de las acusaciones de que Venezuela bajo Chávez se está transformando en un “Estado autoritario”? La decisión de no renovarle la licencia de transmisión a una estación de televisión que participó en el golpe militar y varios otros intentos de derrocar al gobierno, y la cual no obtendría una licencia en cualquier otro país democrático, no es nada inapropiada.[6]  La decisión también fue defendida por otros presidentes democráticos de la región, como los de Brasil, Ecuador y Bolivia.  Los medios de comunicación en Venezuela todavía están dominados por la oposición y siguen siendo los medios más antigobierno del hemisferio.  Luego está el controversial tema de la “Ley Habilitante”, la cual le da a Chávez poderes temporales bastante amplios para introducir ciertos cambios legislativos a través de decretos ejecutivos, pero sujetos a revocación por el congreso o a través de un referendo.  Pero como comentó el funcionario de más alto rango para América Latina en el Departamento de Estado de EE.UU., Thomas Shannon, cuando el congreso venezolano aprobó la ley en enero, “Es algo válido según la constitución.  Así como con cualquier herramienta de la democracia, todo depende de cómo se utilice.”

Se puede seguir con la lista de cargos, pero el punto es que uno no tiene que estar de acuerdo con cada una de las decisiones del gobierno venezolano para ver que existe poca o ninguna evidencia que sostenga la absurda imagen de un “gobierno autoritario” que han creado aquellos que odian a Chávez.  Desafortunadamente, estos últimos han recibido ayuda de grupos politizados como “Reporteros sin Fronteras”, que recibe fondos del “National Endowment for Democracy” (organización que ha financiado grupos involucrados en el derrocamiento de gobiernos electos, incluyendo Venezuela [2002] y Haití [2004]), el Comité para la Protección de los Periodistas, el cual está financiado por grandes propietarios de medios de comunicación, y otras organizaciones que generalmente son más autónomas, pero que cuya independencia parece debilitarse cuando enfrentan presión en relación a Venezuela.  En resumidas cuentas: ninguna organización de derechos humanos seria ha declarado, ni tampoco lo haría, que las libertades civiles o los derechos humanos se han deteriorado durante el gobierno de Chávez – o que la situación en Venezuela respecto a estos temas es desfavorable cuando se compara con el resto de la región.

Una transformación histórica está ocurriendo en América Latina.  Después de más de un cuarto de siglo de reformas económicas neoliberales, y después del peor fracaso en términos de crecimiento económico en más de un siglo, una revuelta en las urnas ha resultado en la elección de líderes que están buscando alternativas democráticas que restauren el crecimiento económico y el desarrollo y reduzcan la pobreza y la desigualdad.[7]  El gobierno de Estados Unidos se opone a estos esfuerzos y un elemento clave de su estrategia general es la de demonizar a Chávez y quitarle legitimidad al gobierno democrático de Venezuela.  Estados Unidos y los medios internacionales de comunicación han adoptado entusiasmadamente esta agenda, con una clase de periodismo que hace que los peores artículos de Judy Miller en la antesala a la guerra en Irak, aparenten ser imparciales y balanceados en comparación.

Se necesitan, con urgencia, un periodismo y un análisis más veraces y precisos sobre estos eventos.



Notas:


[1] Ver Mark Weisbrot, David Rosnick y Todd Tucker, “Black Swans, Conspiracy Theories, and the Quixotic Search for Fraud: A Look at Hausmann and Rigobon’s Analysis of Venezuela’s Referendum Vote”, septiembre 2004.  
[2] Ver Mark Weisbrot y Luis Sandoval, “La economía venezolana en tiempos de Chávez”. (Datos de pobreza actualizados hasta el primer semestre de 2007).
[3] Ver Mark Weisbrot,  “Venezuela’s Election Provides Opportunity for Washington to Change its Course”.
[4] Ver, por ejemplo, Michael Fox, “Indigenous March in Support of Chavez in Venezuela” , 11 de junio, 2006.
[5] Ver Gosman, Eleonara, “Lula: “Nadie Hará que Discuta con Chávez, es mi Amigo”, Clarín, 7 de julio, 2007; y Mark Weisbrot, Venezuela y los Medios de comunicación: Realidad y ficción, Center for Economic and Policy Research, marzo 2007.
[6] Ver Robert McChesney y Mark Weisbrot, “Venezuela y los Medios de comunicación: Realidad y ficción”; Mark Weisbrot, “Ojos bien cerrados: Los medios internacionales miran a Venezuela”.
[7] Ver Mark Weisbrot, “América Latina: El fin de una era”,  International Journal of Health Services, Vol. 37, No. 3 / 2007.

 


Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research) en Washington, D.C.

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