22 Agosto 2016
Mark Weisbrot
El Huffington Post, 19 de agosto, 2016
O Cafezinho, 10 de agosto, 2016
Viomundo, 10 de agosto, 2016
The Huffington Post, 9 de agosto, 2016
The Hill, 9 de agosto, 2016
El pasado 25 de julio, 43 miembros del partido demócrata de la Casa de Representantes del Congreso estadounidense, le escribieron al Secretario de Estado Kerry. La carta comenzaba de esta manera:
Le escribimos para expresar nuestra profunda preocupación por los recientes acontecimientos en Brasil, los cuales amenazan las instituciones democráticas de ese país. Le instamos a ejercer la máxima cautela en las relaciones con las autoridades interinas brasileras y contenerse de hacer pronunciamientos o de tomar acciones que puedan ser interpretados como de apoyo a la campaña de destitución de la Presidenta Dilma Rousseff.
Nuestro gobierno debería expresar gran preocupación por las circunstancias que rodean el proceso de destitución y debería hacer un llamado a la protección de la democracia constitucional y el estado de derecho en Brasil.
El pasado lunes 8 de agosto, el Senador Bernie Sanders (VT) también se manifestó al respecto, opinando que “luego de suspender a la primera mujer presidenta basándose en argumentos dudosos, el nuevo Gobierno interino eliminó el Ministerio de la Mujer, Igualdad Racial y Derechos Humanos, sin tener un mandato para gobernar”. Agregó: “Estados Unidos no puede esperar silenciosamente mientras son amenazadas las instituciones democráticas de uno de nuestros aliados más importantes”.
Este tipo de críticas a la política de un país tan grande e importante como Brasil, por parte de miembros del Congreso del mismo partido político que la Administración, es extremadamente inusual. Cuando se trata de un país con esas características, con un territorio mayor al de Estados Unidos continental, con más de 200 millones de habitantes y la séptima economía más grande del mundo, lo más común sería que los legisladores demócratas delegasen todos los asuntos relacionados a éste, a su presidente demócrata, especialmente durante un año electoral.
Quizás hicieron eso porque saben que la Administración de Obama apoya esta destitución. Un miembro del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes me dijo recientemente que efectivamente este era el caso y han habido otras evidencias de que esto es cierto.
En una rueda de prensa del 3 de agosto, el Departamento de Estado dijo que Kerry contestaría a la carta enviada por los congresistas. Aún no se ha recibido ninguna respuesta, pero Kerry puede haber dado una respuesta no verbal al reunirse con el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno interino, José Serra durante su reciente viaje a Brasil. Si esta es su respuesta a los miembros del Congreso, es equivalente a mostrarles el dedo del medio.
Kerry no tuvo las agallas de reunirse con el Presidente interino de Brasil, Michel Temer. Una gran mayoría de los brasileros quiere que Temer renuncie en vez de finalizar los dos años y medio restantes del mandato presidencial que está ocupando. Pero si el Senado brasilero vota a favor de condenar a la Presidenta Dilma Rousseff este mes, Temer sería presidente hasta 2018. Temer ni siquiera fue presentado durante los Juegos Olímpicos, habló por unos 10 segundos, y según el Washington Post, fue abucheado fuertemente. Ya ha sido condenado por violar leyes de financiamiento electoral e inhabilitado para postularse a cargos públicos por ocho años. También ha estado implicado en otros escándalos.
Al reunirse con Serra y emitir comunicados conjuntos en relación a una serie de asuntos después de la reunión, Kerry está demostrando una vez más su apoyo a un gobierno de dudosa legitimidad. Después de todo, Serra no fue nombrado por un presidente electo. De hecho, se podría hacer un argumento constitucional, de que el presidente interino, Temer — quien era vicepresidente antes de la destitución — no debería estar nombrando un gabinete completamente nuevo que busca encaminar en una dirección totalmente distinta al país (no es casualidad que el nuevo gabinete esté conformado por hombres blancos y ricos). La presidenta electa no ha sido despedida; únicamente fue suspendida hasta que se obtengan los resultados de su juicio en el Senado. Por ello, el gobierno interino debería ser el custodio del Gobierno, no actuar como un Gobierno electo que recientemente obtuvo una victoria aplastante.
Al reunirse con Serra, Kerry está ayudando a legitimar lo que mucha gente en Brasil y alrededor del mundo considera como un golpe de Estado. Hubiera podido evitar fácilmente reunirse con Serra, de la misma manera que evitó al repudiado Temer. Así que esto no es un asunto de protocolo o de diplomacia. Kerry se unió al gobierno interino en sus pretensiones grandiosas: de que es el Gobierno constitucional del país, como si Dilma ya hubiera sido condenada por el Senado. (De hecho, el procurador federal encargado del caso concluyó hace unas semanas que Dilma ni siquiera había cometido delito alguno.)
Kerry está tomando partido en una situación política polarizada. Y está escogiendo el lado del grupito de políticos de derecha corruptos, quienes — según las transcripciones filtradas de llamadas telefónicas — están intentando expulsar a la presidenta electa para protegerse ellos mismos de más investigaciones y posibles condenas por sus crímenes.
Es realmente terrible que un secretario de Estado de EEUU haga esto hoy en día. Muchos brasileros recuerdan el papel que jugó Washington en el golpe de Estado militar de 1964 que les trajo más de dos décadas de una dictadura repugnante, bajo la cual el predecesor de Dilma, Lula da Silva fue encarcelado y Dilma misma torturada. En el caso de que a alguien se le haya pasado la conexión entre ese golpe y el actual, tal como lo expresó Glenn Greenwald, uno de los representantes del congreso brasilero que apoyó la medida de destitución “explícitamente alabó la dictadura militar y enalteció al Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el jefe de los torturadores de la dictadura (responsable de la tortura infligida a Dilma)”.
La respuesta de la Administración de Obama a este golpe será recordada por mucho tiempo, y probablemente afectará a las relaciones con futuros gobiernos brasileros. Mientras tanto, 43 miembros del Congreso de Estados Unidos siguen esperando la respuesta por escrito a su carta.
Traducción por Asier Achutegui.