20 Noviembre 2015
Mark Weisbrot
Página/12, 21 de noviembre, 2015
Huffington Post Voces, 20 de noviembre, 2015
Huffington Post, 20 de noviembre, 2015
Imagine la existencia de un candidato presidencial de EE. UU. que se haya reunido con el gobierno ruso y que le haya recriminado haber sido “demasiado suave” con el presidente Obama. Un candidato que le haya dicho al ministro de relaciones exteriores de Rusia que “se necesita poner límites” a la “mala conducta” de la Casa Blanca, y que el “silencio” de los rusos respecto al “maltrato abusivo que [Rusia] sufrió” a manos del gobierno de Obama “ha alentado a que suceda más de lo mismo”.
¿Los estadounidenses confiarían en un candidato así? Claro, se trata de una pregunta retórica. Pero es real en Argentina. Mauricio Macri, un empresario de derechas, perteneciente a una de las familias más ricas del país, es candidato presidencial en las elecciones de este domingo. Según documentos filtrados de la embajada de Estados Unidos, y publicados por WikiLeaks, esta es la conversación que tuvo con la embajadora de Estados Unidos y el funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos a cargo de América Latina. Estaba muy preocupado de que EE. UU. estuviera siendo “demasiado suave” con Argentina, y estuvo incentivando “un trato abusivo” hacia EE. UU. a manos del gobierno argentino.
La analogía no es perfecta, ya que el actual gobierno ruso nunca ha jugado un importante papel –o realmente un papel de cualquier tipo– en destrozar la economía estadounidense y en crear una gran depresión aquí. Pero el Departamento del Tesoro de EE. UU., principal responsable de las decisiones del FMI durante la severa depresión de Argentina entre 1998 y 2002, ejerció, efectivamente, una enorme influencia en las políticas que prolongaron y profundizaron esa depresión. Las y los argentinos no guardan rencor, pero tampoco quieren que EE. UU. juegue, una vez más, un papel importante dentro de la política del país o dentro de sus políticas económicas.
Pero hay otras razones por las que las intenciones de Macri -que llegan muy hondo- son preocupantes. En sus conversaciones con funcionarios de Estados Unidos, en 2009, se refirió a las políticas económicas de los Kirchner -de Néstor Kirchner, presidente desde 2003 hasta 2007, y de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, elegida en 2007- como “un modelo económico fallido”. Macri ha hecho declaraciones similares durante la campaña electoral, y aunque a menudo ha sido impreciso, ha indicado que quiere algo muy diferente, algo que se ubique considerablemente hacia la derecha de la política económica actual.
Vale la pena echarle un ojo al tan denostado historial de los Kirchner, sobre todo porque Scioli, quien es el candidato de Cristina Fernández de Kirchner y de su alianza “Frente para la Victoria”, representa una cierta continuidad con el “Kirchnerismo”. La coalición de Macri se llama “Cambiemos”. Desde 2003 hasta 2015, según el FMI, la economía real de Argentina (ajustada a la inflación) creció en aproximadamente un 78 por ciento (existe cierto desacuerdo sobre esta cifra, pero no lo suficiente como para que cambie la perspectiva de lo alcanzado). Esto supone un gran aumento en los niveles de vida, uno de los más grandes de Las América. El desempleo cayó de 17,2 por ciento a 6,9 por ciento (FMI). El gobierno creó el programa más grande del continente de transferencias monetarias condicionadas para los pobres. Desde 2003 a la segunda mitad de 2013 (de acuerdo a las últimas estadísticas independientes disponibles), la pobreza se redujo en un 70 por ciento y la pobreza extrema en un 80 por ciento (estas cifras se basan en estimaciones independientes de la inflación).
Pero estos datos no describen la magnitud de los logros. Como he señalado en mi libro, “Errados: en qué se equivocaron los ‘expertos’ acerca de la economía global” (“Failed: What the ‘Experts’ Got Wrong About the Global Economy de Oxford University Press, 2015), Néstor Kirchner asumió la presidencia mientras la economía empezaba a recuperarse de una grave depresión, y se armó con una gran tenacidad y coraje para enfrentarse al FMI y a sus aliados, negociar un nivel sostenible de deuda externa (lo que significaba apegarse al plan de no pagar la deuda), e implementar un conjunto de políticas macroeconómicas que permitirían esta notable recuperación. Fue semejante al liderazgo que tuvo el presidente Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión de EE. UU., y al igual que Roosevelt, tuvo en su contra a la mayoría de profesionales de la Economía, así como a los medios de comunicación. Cristina Fernández de Kirchner también tuvo que librar una serie de batallas para continuar con el progreso económico de Argentina.
En los últimos cuatro años, el crecimiento se ha ralentizado, la inflación se ha incrementado, y se ha desarrollado un mercado negro para el dólar. Algunos de estos hechos se deben a una serie de shocks externos desfavorables: la economía regional tendrá un crecimiento negativo (el de Argentina será ligeramente positivo); el mayor socio comercial de Argentina, Brasil, se encuentra en recesión y ha visto desplomarse a su moneda; y en 2014 un juez de Nueva York, de cuestionable competencia, tomó la decisión política de bloquear el pago de deuda por parte de Argentina a la mayoría de sus acreedores. Así, a pesar de los antecedentes de 12 años de Kirchnerismo proporcionando un gran aumento en los niveles de vida y de empleo, más una exitosa reducción de la pobreza, existen problemas importantes que necesitan ser corregidos.
En 1980 Ronald Reagan postuló a la presidencia de Estados Unidos en medio de una recesión y una inflación que superaba el 13 por ciento. Él también prometió un cambio, y lo hizo –y marcó el comienzo de una era de un pronunciado aumento de la desigualdad, junto con otros males sociales, políticos y económicos por los que aún está sufriendo Estados Unidos. Basta con ver su orgullosa descendencia política en los debates presidenciales republicanos. Posiblemente, Macri carece del talento de Reagan como actor y comunicador para poder transformar radicalmente a la Argentina, y revertir la mayor parte de los logros de los últimos 13 años. Pero parece probable que si se tienen en cuenta los intereses que él representa, junto a su orientación política, quienes se van a llevar la peor parte de cualquier ajuste económico que establezca es la gente pobre y trabajadora de Argentina. Y existe un importante riesgo de que al implementar “soluciones” de corte derechista, podría ponerse en marcha un ciclo contraproduciente de austeridad y recesión, del tipo de la que hemos visto en Grecia y en la eurozona.
Los Kirchner también revocaron la impunidad de los funcionarios militares responsables de la tortura y de los asesinatos masivos de la dictadura; y cientos han sido juzgados y condenados por sus crímenes. Macri ha desestimado estos avances sin precedentes en materia de derechos humanos, tildándolos de mero espectáculo político. Su partido también votó en contra del matrimonio igualitario, que fue aprobado de todos modos, por lo que Argentina es el primer país en América Latina en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
“Cambiemos” es un eslogan atractivo, pero la pregunta es “¿un cambio hacia qué?”.
Mark Weisbrot es codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington, DC, y Presidente de Just Foreign Policy. También es autor del nuevo libro “Errados: en qué se equivocaron los ‘expertos’ acerca de la economía global” (Oxford University Press, 2015).