Las pensiones públicas y la de Greenspan

16 Agosto 2010

Dean Baker
Truthout (translated on Público), 16 de agosto, 2010
En Inglés

En las últimas semanas ha habido un gran esfuerzo por parte de los conservadores –e incluso por parte de muchos centristas- para alentar el odio contra los trabajadores del sector público por cuenta de sus pensiones. La historia sería que  los trabajadores públicos tienen mejores pensiones que sus colegas del sector privado. Al mismo tiempo, la mayoría de los fondos de pensiones estatales y locales sufren un gran déficit, lo que implica que serán necesarios ingresos gubernamentales adicionales para mantenerlos solventes.

La “fábrica de ruido”  de la derecha ha estando instigando la hostilidad contra los empleados públicos. Un columnista de The New York Times incluso apeló a los empleados de la administración pública jubilados a que devolvieran las pensiones por las que habían trabajado y que estaban en todo su derecho de reclamar.

Debemos tomarnos el ataque a los trabajadores públicos como lo que es: un sórdido caso de chivo expiatorio, que lo único que pretende es desviar la atención de los verdaderos villanos en esta economía, los chicos de Wall Street y los ineptos estrategas de la política económica que han llevado a la economía a la ruina y parece pretendan dejarla ahí.

Los hechos están claros.  En relación con la formación académica y a la  experiencia, los trabajadores públicos cobran ligeramente un poco menos de media que sus homólogos del sector privado. Es probable que este sueldo más bajo esté compensado  por un mejor paquete de beneficios, pero es probable que la diferencia de los paquetes de beneficios entre el sector público y el privado no sea tan grande como parece.

En primer lugar, es importante darse cuenta de que es muchísimo más probable que los trabajadores públicos tengan un título universitario que la población en su conjunto. Mientras la mayoría de trabajadores cuenta con poco en términos de beneficios  o contribuciones vinculadas a sus pensiones, la mayoría de los trabajadores con un título universitario puede contar con, al menos, una modesta pensión cuando se retira.

Segundo, muchos trabajadores públicos no están cubiertos por la Seguridad Social. Esto significa que lo que reciban como pensión del Gobierno será el grueso  de sus ingresos por jubilación; no será un mero suplemento a sus prestaciones de la Seguridad Social.  De este modo, la pensión de 22.000 dólares que de media recibía un funcionario jubilado en 2007 difícilmente parece excesiva.

Esto no significa que no existan algunos trabajadores públicos que jueguen con el sistema, ni tampoco que no haya  categorías de trabajadores que no reciban demasiado. (Bomberos y policías tienden a ganar más. Por supuesto, esta gente se juega la vida con regularidad en su trabajo a lo largo de su vida laboral). En conclusión, la idea de que tenemos una clase compacta de trabajadores  disfrutando de jubilaciones de lujo es un sinsentido que puede ser fácilmente refutado con un rápido vistazo a los datos.

Pero pongamos la mirada en el verdadero problema.  Si hay 15 millones de personas de desempleados, no es por las generosas pensiones de los trabajadores públicos. Tampoco esta es la razón por la que millones de propietarios de vivienda estén con el agua al cuello por culpa de sus hipotecas y afronten la pérdida de sus casas. De hecho, si mañana redujésemos las pensiones  de los trabajadores públicos a la mitad, esta medida no crearía ni un solo puesto de trabajo y tampoco salvaría la casa de nadie.

La razón por la que millones de personas están sufriendo es la combinación de la avaricia de Wall Street y una administración económica increíblemente mala. Como sabemos, los chicos de Wall Street han salido a flote, con beneficios y bonus de nuevo a niveles de récord, gracias a los billones de dólares  de rescate que el Gobierno les dio en el otoño de 2008. Si la gente quiere enfadarse con alguien, los bonus multimillonarios que van a parar a importantes hombres de negocios de Goldman Sachs y JP Morgan pueden ser mejor blanco que un maestro de escuela jubilado con una pensión de 3.000 dólares al mes.

El otro blanco apropiado para la ira del público deberían ser quienes aplican las políticas económicas, que han fallado en prevenir este desastre absolutamente previsible.  Hay mucha gente que debería estar en el paro por este fracaso colosal y no lo están, empezando por el culpable en jefe, Alan Greenspan (anterior presidente de la Reserva Federal), que podría ser considerado el peor banquero de la historia. Fue él quien insistió en que todo estaba bien, incluso mientras la burbuja inmobiliaria se expandía hasta un volumen de más de 8 billones de dólares a su apogeo. ¿Pensaba que la burbuja simplemente se seguiría expandiendo para siempre o realmente creía que la economía podía perder 8 billones de dólares en riqueza sin provocar ningún descalabro?

Es aquí donde debemos hablar de pensiones públicas. El señor Greenspan, que se ha jubilado como presidente de la Reserva Federal y, por tanto, no puede ser despedido, recibe según mis cálculos 160.000 dólares al año como pensión del Gobierno. Probablemente no haya nadie que se merezca menos esa pensión que el señor Greenspan. Si hay algún trabajador público jubilado en el país que debería devolver su pensión, ese es el señor Greenspan.

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