10 Agosto 2016
Dean Baker
Expansión, 9 de agosto, 2016
CNN, 9 de agosto, 2016
El candidato republicano ha sugerido que resolverá el déficit disminuyendo el derroche, pero los presidentes de ambos partidos llevan décadas prometiendo esa medida.
El candidato republicano a la presidencia estadounidense Donald Trump dio su primer discurso económico importante el lunes. En su mayor parte se dedicó a proponer un conjunto más o menos estándar de políticas republicanas, prometió grandes recortes de impuestos que beneficiarían principalmente a los contribuyentes de mayores ingresos, poner fin a la ley de atención médica asequible y reducir la regulación gubernamental.
Pero también rompió con la ortodoxia republicana rechazando el Acuerdo Transpacífico, proponiendo renegociar el TLC y comprometiéndose a adoptar una postura más firme en la gestión de la divisa y otros temas con los socios comerciales del país.
¿Qué significaría en la práctica?
La propuesta de recortes de impuestos implementaría un sistema con tres tramos impositivos de 12%, 25% y 33%. Trump no especificó los recortes para cada tramo, así que no es posible determinar cuánto ahorrarían los diferentes grupos. Sin embargo, lo cierto es que los contribuyentes de mayores ingresos se ahorrarían impuestos bajo el plan de Trump.
Actualmente, los contribuyentes de altos ingresos pagan una tasa impositiva del 39.6% sobre ingresos de 415,000 dólares para una sola persona. Si un ejecutivo de alto nivel o un agente de Wall Street ganara 2.4 millones de dólares (mdd) al año (más o menos el promedio del 1% más rico), se ahorraría 120,000 dólares de su factura fiscal gracias solamente a la reducción del tramo impositivo más alto. Para los más ricos entre los ricos, el 0.1%, el ahorro promediaría casi 700,000 dólares al año.
Trump también planteó grandes recortes en el impuesto que pagan las sociedades. Hoy las empresas pagan en promedio poco más del 25% de sus ganancias en impuestos. Trump dijo que establecería un código tributario en el que ninguna empresa pagaría más del 15% de sus ganancias en impuestos. Esto implica que el gobierno dejaría de percibir más del 25% de lo que actualmente ingresa por concepto del impuesto sobre sociedades, o una pérdida de ingresos fiscales de cerca de 100,000 mdd al año.
Estas reducciones de impuestos conducirían con toda seguridad a grandes déficits, como ocurrió con los recortes anteriores bajo el presidente Ronald Reagan y el presidente George W. Bush. Trump también propuso incrementar sustancialmente el gasto en infraestructura (aunque, si bien un mayor gasto en infraestructura es muy necesario, ello aumentará aún más el déficit).
Trump ha sugerido que resolverá el déficit disminuyendo el derroche, pero los presidentes de ambos partidos llevan décadas prometiendo esa medida. A menos que esté dispuesto a aplicar grandes recortes a programas como el Seguro Social, Medicare o el ejército, es inevitable que sus recortes impositivos aumenten enormemente el déficit presupuestario.
Ahora bien, cierto aumento del déficit puede ser bueno, pues la economía aún no ha sustituido la demanda perdida durante el estallido de la burbuja de la vivienda. Sin embargo, es casi seguro que el plan de Trump vaya demasiado lejos y dé lugar a altas tasas de interés y/o serios problemas inflacionarios.
El ataque de Trump a las regulaciones gubernamentales es, por su parte, una ilusión. Aun cuando algunas regulaciones están de sobra, la gran mayoría sirven a propósitos importantes, como evitar la presencia de plomo en el agua que beben nuestros hijos. La ley de reforma financiera Dodd-Frank ha sido blanco de las críticas de Trump y otros republicanos, pero las pequeñas empresas informan que nunca ha sido más fácil conseguir crédito.
Por otro lado, la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, que Trump promete derogar, ha dado un seguro a millones de personas. Y contrariamente a las afirmaciones de Trump, no hay evidencia de que haya ocasionado pérdidas de empleos. De hecho, el crecimiento del empleo se aceleró después de que dicha ley entró en vigor.
Podría decirse, no obstante, que la posición de Trump sobre el comercio es la más interesante de las políticas que ha esbozado. Nos beneficiaría tener un comercio más equilibrado, lo que podría crear millones de puestos de trabajo, sobre todo en la industria manufacturera. Con todo, no está claro que Trump sepa cómo conseguirlo.
Se quejó de los países que no respetan nuestros derechos de autor y patentes. Sin embargo, estas regalías por patentes y copyrights son un pequeño precio a cambio de los bienes manufacturados que nos compran. Es decir, si hacemos que China y Brasil paguen más dinero a Microsoft por Windows y a Pfizer por sus medicamentos, entonces tendrían menos dinero para comprar nuestros productos manufacturados. Trump no parece valorar esta concesión y promete que todos obtendrán más.
En general, la agenda de Trump se parece a la agenda republicana que hemos visto muchas veces antes: Se centra en grandes recortes de impuestos para los ricos y las corporaciones, algo que no ha funcionado en el pasado para crear un fuerte crecimiento ni para elevar los niveles de vida de la clase trabajadora. Y aunque Trump sí ofrece una perspectiva cualitativamente diferente respecto al comercio, es demasiado contradictoria para poder determinar si en realidad va a beneficiar a los trabajadores ordinarios.
Dean Baker es especialista en macroeconomía y codirector del Center for Economic and Policy Research en Washington D.C.