31 Agosto 2012
Mark Weisbrot
Sacramento Bee (CA), 30 de agosto, 2012
McClatchy Tribune Information Services, 28 de agosto, 2012
Bellingham Herald (WA), 30 de agosto, 2012
Bradenton Herald (FL), 30 de agosto, 2012
Hanover Evening Sun (PA), 30 de agosto, 2012
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El salario mínimo federal está a solamente $7,25 por hora y no se ha aumentado en tres años. Pero un aumento esta aun más atrasado que eso. Si miramos el salario mínimo de hace 44 años, y simplemente lo ajustamos según la inflación, hoy estaría a más de $10.
Este es otro de los síntomas negativos de lo que se ha dañado en E.E.U.U en los últimos 35-40 años. De 1979-2007 un 60 por ciento del aumento de los ingresos han ido a los infames del uno porciento de la población, con la mayoría de esas ganancias para los del 0,1 por ciento—personas con ingresos de un promedio de $5,6 millones por año.
Pero unos de los peores resultados de darles más a los que más tienen es que esto ha afectado a las personas en la parte inferior de la escala de ingresos, y no hay excusa para esto. La productividad—la cantidad que un trabajador produce en una hora, se ha más que duplicado en los últimos 44 años. Cuando el salario mínimo no se aumenta, o cuando decrece en términos del poder adquisitivo, significa que los millones de trabajadores de bajos ingresos no hacen parte de las ganancias de mejorías en tecnología, conocimiento, y organización.
En estos momentos hay legislación ante el congreso para aumentar el salario mínimo federal de la cifra actual de $7,25 por hora a $9,80, en tres años. Después quedaría indexado a la inflación.
Contrario a los mitos comunes sobre quienes serían los beneficiarios de la propuesta de aumentar el salario mínimo, 88 por ciento de los 28 millones de trabajadores afectados no son jóvenes. Como el Instituto para Política Económica (Economic Policy Institute- EPI) ha mostrado, la mayoría son trabajadores de tiempo completo, y en promedio ganan la mitad del ingreso familiar. El 28 por ciento de los 76 millones de niños de la nación tendrían uno de sus padres como beneficiario de este aumento.
Otro mito común promovido por la industria de comida rápida y otras empresas que pagan salarios bajos, es que aumentar el salario mínimo afecta a los trabajadores porque aumenta el desempleo. Aunque es teoréticamente posible aumentar el salario mínimo lo suficiente para que ciertas empresas contraten a menos gente, hay muy pocas indicaciones de investigaciones económicas que muestren que el dicho aumento de salario mínimo pueda llegar a tener este efecto. Empleo en la economía en general depende de la demanda agregada o gastos, que son determinados – especialmente en nuestra economía débil—por la política macroeconómica (incluyendo la Reserva Federal y política fiscal).
Aumentar el salario mínimo no sólo achica las ganancias, también le da ingresos a trabajadores quienes gastan más que los que reciben las ganancias, lo cual incrementa la demanda en la economía . El EPI calcula que la propuesta de aumentar el salario mínimo en realidad añadiría empleos.
En Brasil, uno de los presidentes más populares, Lula da Silva – un ex obrero y líder sindical – aumentó el salario mínimo por un 60 por ciento en términos reales cuando la economía de Brasil tenía uno de los niveles mas bajos de desempleo. A través de América del sur otros gobiernos de izquierda como Argentina, Ecuador, Bolivia, Venezuela entre otros han reducido significativamente la desigualdad y al mismo tiempo han aumentado el crecimiento económico.
Que vergüenza que el país más rico del hemisferio, en donde sería muy fácil mejorar las condiciones de los trabajadores más pobres, ha tomado la dirección opuesta. Esto significa que el sistema político en EE.UU. es actualmente más corrupto y menos democrático, en varias formas, que nuestros vecinos en desarrollo del sur. La gran mayoría de estadounidenses apoyarían un aumento en el salario mínimo, al igual que restituir los derechos de labor para organizar sindicatos [PDF]. Pero nuestras elites financieras tienen el veto sobre lo que la gente quiere, en gran parte a causa de nuestro sistema de sobornos legalizados—i.e. el financiamiento de las elecciones de los candidatos políticos.
Aumentar el salario mínimo es lo mínimo que podríamos hacer para invertir el retiro estadounidense de la civilización.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.