21 Julio 2011
Mark Weisbrot
Folha de São Paulo (Brasil), 21 de julio 2011
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Cables diplomáticos de EE.UU. filtrados recientemente por Wikileaks dejan más claro que nunca que las tropas extranjeras que han mantenido una ocupación de Haití por más de siete años no tienen ninguna razón legítima para estar allí; que esta es una ocupación estadounidense, tanto como las de Irak o Afganistán; que aquella es un componente de una estrategia estadounidense que ha permanecido por décadas para negarle a los haitianos el derecho a la democracia y la autodeterminación; y que los gobiernos de América Latina que proporcionan las tropas – entre ellos Brasil – se están cansando de participar.
Un documento estadounidense que fue filtrado revela cómo EE.UU. intentó coaccionar a Haití a que rechazara $100 millones de ayuda por año – el equivalente de $50 millones de reales en la economía de Brasil – porque provino de Venezuela. Debido a que el presidente de Haití, René Préval, comprensiblemente se negó a hacerlo, el gobierno de EE.UU. se volvió en contra de él. Como resultado, Washington revocó los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Haití en noviembre de 2010 para eliminar de la segunda ronda al candidato favorito de Préval. Esto se realizó mediante la manipulación de la Organización de Estados Americanos (OEA), y por medio de amenazas abiertas de quitarle a un país desesperadamente pobre la ayuda destinada para el alivio tras el terremoto si no aceptaba el cambio de los resultados. Todo esto está bien documentado.
Las tropas de la ONU fueron enviadas a Haití para ocupar el país después que EE.UU. organizó por segunda vez el derrocamiento del presidente democráticamente electo de Haití, Jean-Bertrand Aristide, en 2004. Unos 4.000 haitianos fueron atacados y asesinados a raíz del golpe de Estado, y funcionarios del gobierno constitucional fueron encarcelados mientras las tropas de la ONU “mantenían el orden”. Muchos más morirían tras el terremoto, ya que la infraestructura pública de Haití había sido paralizada durante los cuatro años del corte de la ayuda internacional, organizado por Washington para derrocar al gobierno electo.
Otro documento filtrado muestra cómo el entonces jefe de la misión de la ONU (MINUSTAH) Edmund Mulet estaba preocupado por que Aristide podría recuperar su influencia, y recomendó presentar cargos criminales en contra de Aristide. Mulet se ha mostrado abiertamente parcial a favor de la injerencia en la política de Haití, y le restó importancia a los haitianos que protestaron en contra de la misión de la ONU, clasificándolos como “enemigos.” Esta es una postura muy arrogante considerando que los haitianos estaban enfadados por el cólera que fue llevado a Haití por la misión, y que ya ha infectado a 380.000 haitianos y ha causado 5.800 muertos. Si la MINUSTAH fuera una entidad privada, se enfrentaría a pleitos valorados a miles de millones de dólares, y posiblemente un proceso criminal por su negligencia horrible con respecto a su introducción de esta bacteria fatal, que contaminó el suministro del agua en Haití. Irónicamente, el costo anual de la MINUSTAH, $850 millones, es más de nueve veces mayor que lo que la ONU ha recaudado para luchar contra la epidemia de cólera.
Brasil no es un imperio como EE.UU. y no tiene ninguna razón de ser su socio menor, especialmente en un proyecto tan feo y brutal. Este va en contra de todo lo que representan Lula, Dilma, y el Partido de los Trabajadores. Se destripa a Brasil el potencial para el liderazgo moral en el mundo – un liderazgo que Brasil ha demostrado en muchas áreas desde los cambios históricos iniciados bajo el gobierno de Lula. Hace mucho que Brasil necesita retirar sus tropas de Haití.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.