13 Junio 2013
Dean Baker
The Guardian Unlimited, 3 de junio, 2013
El Mono Político, 6 junio, 2013
En Inglés
Las economías de Estados Unidos y Europa están viviendo su peor recesión desde la Gran Depresión. Decenas de millones de personas están desempleadas o subempleadas. Esto ha llevado a que millones hayan perdido sus casas, su acceso a la sanidad y, en algunos casos, su vida.
Notablemente, los dos individuos que tienen la mayor responsabilidad en este desastre, el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet, no parecen estar sufriendo lo más mínimo por su fracaso. Ambos están viviendo cómodamente y se les sigue buscando por su experiencia en política económica. Esto debería enfurecer, razonablemente, a la gente en cualquier sitio.
A estas alturas, cualquiera debería entender que la ruina económica que destruye decenas de millones de vidas a lo largo y ancho del planeta fue un desastre completamente prevenible. En los casos tanto de EEUU y Europa se permitió que burbujas insostenibles de activos crecieran a niveles cada vez más peligrosos. Era inevitable que las burbujas estallaran y que, cuando lo hiciesen, el resultado iba a ser una drástica caída de la cual no sería fácil recuperarse.
En el caso de EEUU, la historia fue una burbuja inmobiliaria que resultó en una subida sin precedentes del precio de la vivienda. Tras limitarse a llevar el ritmo de la inflación durante cien años, los precios de la vivienda en todo el país aumentaron en más de 70 puntos porcentuales por encima de la tasa de inflación en la década de 1996 a 2006.
No había nada en la dinámica de la oferta y la demanda del mercado de la vivienda que justificara tal incremento. Los alquileres no iban a ninguna parte y había una tasa récord de viviendas vacías en una fecha tan temprana como 2002. Lo más importante es que la burbuja estaba conduciendo claramente la economía a niveles casi récord de construcción residencial entre 2002 y 2005. Y el consumo dirigido a la riqueza inmobiliaria empujó la tasa de ahorro a aproximadamente cero de 2004 a 2007.
Por supuesto que esas fuentes de demanda desaparecerían cuando la burbuja estallara. ¿Qué pensaba Greenspan que las reemplazaría? Tal vez nunca sepamos en qué pensaba Greenspan, pero lo que ha dicho en su defensa propia es completamente absurdo. De hecho, dijo alWashington Post que él ni siquiera supo de la explosión del crédito subprime hasta su último mes como presidente del Fed, en enero de 2006. Si eso es en efecto cierto, demuestra un nivel de incompetencia que avergonzaría hasta al conductor borracho de un bus escolar.
Greenspan debió haber atacado la burbuja con todo su vasto arsenal. De manera inmediata, debió haber utilizado las investigaciones del Fed y su megáfono como presidente del Fed para advertir al país, en términos inequívocos, sobre la burbuja. (Hizo justamente lo contrario, negando la existencia de una burbuja y animando a la gente a suscribir hipotecas de tipo ajustable). También debió haber usado su autoridad regulatoria para frenar las hipotecas malas. Si ambos instrumentos hubieran fallado, debería haber elevado los tipos de interés. Esto hubiera ralentizado la economía y aumentado el desempleo, pero eso era mejor que el desastre que estamos viendo ahora.
Trichet no tiene una mejor defensa. Las burbujas en los países periféricos de Europa estaban conduciendo a desequilibrios comerciales claramente insostenibles. Ya en 2004 el déficit por cuenta corriente de España era del 5,2% del PIB; en Grecia, del 5,8% del PIB, y en Portugal, del 8,3% del PIB. Esos déficits alcanzaron su cima en 2007-08 con un 10% del PIB o más. ¿Cómo pensaba Trichet que déficits de esa envergadura podrían resolverse en una moneda única? ¿Cuál iba a ser el proceso mediante el cual los países periféricos podrían de repente pagar sus productos importados de los países centrales? Si él vislumbraba algún mecanismo para este ajuste que no implicara un terremoto económico, resulta difícil imaginar cuál habría sido.
Los funcionarios del Banco Central Europeo son propensos a decir en su defensa propia que su mandato consiste solo en el objetivo del 2% de inflación; esto no dice nada acerca de prevenir depresiones. Es interesante constatar que el BCE no asumió esa visión estrecha de su mandato cuando los mayores bancos de la eurozona se enfrentaron a la insolvencia en el otoño de 2008. Respondió inyectando billones de euros por debajo de los créditos de mercado.
La realidad es que un banco central tiene que ser responsable del mantenimiento de la estabilidad económica, como lo ha reconocido implícitamente el BCE con sus acciones desde el comienzo de la crisis. Ello significa que el BCE no tiene más excusas que el Fed por su fracaso en evitar los desequilibrios económicos en la década pasada.
Esto plantea la pregunta de por qué la gente debería pagar por las pensiones generosas que disfrutan Greenspan y Trichet. Después de todo, si Greenspan y Trichet hubieran incendiado sus respectivas instituciones, ¿les pagaríamos sus pensiones? Dadas las consecuencias de sus políticas fracasadas, estaríamos mucho mejor si ellos hubieran hecho su trabajo de manera competente y nuestra única queja fuera el incidente de un incendio.
Los economistas creen que es importante que los trabajadores reciban incentivos por el buen trabajo y castigo por el mal trabajo. Sería difícil imaginar a banqueros centrales tan necesitados de castigo como Greenspan y Trichet. Si no tomamos acciones contra esos dos, ¿por qué vamos a esperar que sus sucesores sean mejores?
Dean Baker es un macroeconomista estadounidense y cofundador del Center for Economic and Policy Research.