La victoria de Obama, nunca muy dudada, es basada en llamado populista a los votantes indecisos

07 Noviembre 2012

Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 7 de noviembre, 2012En Inglés

La relección de Presidente Obama nunca fue muy dudada, con una excepción breve después de su primer debate cuando cayó y no sabíamos cuando iba a tocar el fondo. Pero al final de la campaña, Sam Wang del Consorcio de Elección Princeton le estaba dando a Obama más de un 99 por ciento de probabilidad de ganar. Nate Silver del New York Times, más cauteloso, ayer puso el chance en 90-10 en favor de Obama.  

Los que apuntan a la votación popular como prueba de un concurso muy apretado, como lo hizo la gran parte de los medios de comunicación antes de la elección, deben considerar dos cosas: primero, que aquí no se juega de esa manera (desafortunadamente).

Si el voto popular determinara la presidencia, el equipo de Obama hubiera puesto más recursos en los estados grandes como California y Nueva York, para asegurar que Obama ganara el voto popular con un margen más amplio. En cambio, los recursos fueron a los estados indecisos, para asegurar una victoria con el voto electoral.

En segundo lugar, el país no está tan dividido como indica el voto popular. Esto se debe a los no votantes, un 43 por ciento del electorado en 2008, que están a favor de Obama con un margen de aproximadamente 2,5 a uno.

En efecto, los recursos y el poder político que los republicanos movilizaron para negar a millones de estadounidenses su derecho al voto, y para suprimir la participación de los votantes, cultivan serias dudas sobre su legitimidad como un partido político.  Un partido político legítimo no se basa en impedir a los ciudadanos el derecho a votar, para prevalecer en las urnas, al igual que un gobierno legítimo no se basa en la represión de la libertad de expresión o de reunión con el fin de permanecer en el poder.

¿Cómo ganó Obama? En estas elecciones, como  en casi toda elección presidencial por décadas el bloque de votantes indecisos más grande ha sido de votantes blancos de clase trabajadora (con varias definiciones, una de ellas, sin educación universitaria). Ningún candidato demócrata ha ganado una mayoría de votantes blancos por décadas, desde que los republicanos adoptaron su “estrategia del sur” siguiendo los pasos de la legislación histórica de los derechos civiles, y desde que se convirtieron en el “Partido de Gente Blanca.” (De hecho a Obama le fue mejor entre votantes blancos en 2008 que a John Kerry en 2004 – su raza no fue una desventaja porque la mayor parte de votantes que no votarían por un afro-americano no votan por Demócratas.) Pero en ésta contienda él tuvo que mantener un numero suficiente de votantes blancos de clase trabajadora en los estados de batalla para ganar la elección, y además ganar más o menos un 95 por ciento de votantes afro-americanos y una gran mayoría de votantes latinos.

Esto lo hizo con un llamamiento populista a los votantes de clase trabajadora, más populista que cualquier candidato presidencial de un gran partido político en décadas. En el último debate, el cual se suponía iba a ser sobre política exterior, repetidamente se refirió a Romney como alguien que quiere asegurarse que la gente rica “no juegue bajo las mismas reglas” que todos los demás. Durante la campaña, su equipo atacó a Romney por ser un político rico y sin escrúpulos a quien no le importa la gente trabajadora.   Por supuesto que ayudó que Romney encaja en el estereotipo – un invasor rico y corporativo, un director ejecutivo de un fondo de capital privado quien dijo que a él “le gusta poder despedir a la gente,” y quien pagó menos de su ingreso en impuestos que millones de trabajadores estadounidenses. Su observación infame que desestimó al 47 por ciento de los estadounidenses como garrones – “mi trabajo es no preocuparme por esas personas”, fue un regalo de Dios, y se convirtió en uno de los anuncios de la campaña de Obama de televisión más eficaces.

Pero para ellos que han seguido la carrera política de Obama, su reelección siempre fue extremadamente probable – y no hubiese sido puesto en riesgo si él hubiera realmente debatido en el primer debate. Sabíamos que él sería tan populista como lo fuera necesario para ganar. Aun con 23 millones de personas en desempleo o sub-empleo (como Romney repitió sin parar), no es tan difícil de convencer a muchos votantes de la clase media de que en el fondo Romney y su partido no pelearán por sus intereses, si uno no está de acuerdo con hacer un llamamiento populista, que Obama finalmente hizo. La desventaja del riesgo de un candidato es en la pérdida potencial de contribuidores ricos y de los medios de comunicación; pero Obama estuvo dispuesto a tomar ese riesgo para poder ganar. Esto fue una diferencia histórica comparada a otras campañas presidenciales; candidatos demócratas como Michael Dukakis y Al Gore coquetearon brevemente con un llamado económico populista, pero se retractaron al recibir presión de los medios.  

Los medios son un factor importante en la mayoría de elecciones aquí, y aparte de Fox News y la prensa de derecha, la mayoría de medios han simpatizado más con Obama que con Romney. Pero lo ayudaron  a Romney bastante también, especialmente con votantes en estados donde el voto de la mayoría fue incierto, con malos reportajes sobre temas económicos importantes. La mayoría de estadounidenses no sabían que el estímulo fiscal había creado alrededor de 3 millones de empleos [PDF]; es más, ni sabían distinguir el estímulo fiscal del rescate federal de los bancos. No sabían de los beneficios que recibirían de la legislación sobre cuidado de salud. No sabían que bajo Obama se les había reducido los impuestos. Y millones creían las exageraciones sobre el déficit del gasto federal y que la deuda pública de Estados Unidos eran problemas mayores (para el récord: Estados Unidos actualmente paga menos de un porciento del PIB en interés neto de la deuda federal, menos de los que ha pagado en los últimos 60 años).

La confusión sobre temas económicos fue posiblemente el tema de más influencia con los votantes indecisos que apoyaron a Romney en contra de sus propios intereses económicos, pensando que la economía mejoraría si el ganara.

Por éste y otros malentendidos podemos agradecer a los medios más grandes, aunque también deberíamos incluir a los errores cometidos por el equipo de Obama. Quizás el error estratégico más grande fue la denegación de Obama de atacar a las propuestas de Romney en cuanto a implementar cortes al programa de Seguridad Social, así perdiendo la mayoría de votos de personas de mayor edad (una buena parte de los votos en estados importantes como Virginia y Florida), que él podía haber ganado potencialmente al defender el programa anti-pobreza más reconocido de Estados Unidos.

El silencio de Obama en cuanto a la Seguridad Social es un mal presagio para el futuro, donde líderes de los medios, negocios y los medios van a empujar para lograr un “gran trato” en temas del presupuesto, que van a joder a la mayoría de estadounidenses. Va a tomar mucha presión de las bases para prevenir el peor de los resultados. Similarmente, para sacarnos de Afganistán y para prevenir otra guerra desastrosa, esta ves con Irán; la política exterior de Obama ha sido más que nada atroz y la interminable “guerra al terror” continúa expandiéndose, mientras que la mayoría de los estándares de vida en Estados Unidos están cayendo. Va a ser una batalla lograr el progreso, pero- podría haber sido mucho peor.


Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

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