01 Julio 2013
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 1 de julio, 2013
En Inglés
Mientras que Edward Snowden está en limbo en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, muchas personas en Estados Unidos y alrededor del mundo están preguntándose qué pueden hacer para ayudarle. Más de 123.000 estadounidenses han firmado una petición en el sitio web de la Casa Blanca la cual dice que “Edward Snowden es un héroe nacional quien debería recibir un indulto total, libre, y absoluto.” Otras peticiones de apoyo para Snowden han recibido hasta 1.3 millones de firmas.
En realidad, hay mucho que se puede hacer a través de varios agentes para ayudar a Snowden a llegar a un lugar seguro donde él pueda ser libre de persecución por parte del gobierno estadounidense.
Los gobiernos de Ecuador, Rusia, y Venezuela han invitado a Snowden a que aplique por asilo político en sus respectivos países, y hay poca incertidumbre de que dicha solicitud si sería concedida. La base legal para pedir asilo político es bastante sólida en el caso de Snowden, especialmente ya que el gobierno de Estados Unidos ha culpado a Snowden bajo la Ley de Espionaje. Como es evidente que este caso no es uno que se trate de espionaje—no hay evidencia ni de que Snowden haya colaborado ni que se haya reunido con cualquier otro gobierno a discutir las revelaciones de la NSA—esto sirve como indicador obvio que Snowden tiene toda la razón de temer estar bajo persecución. Y políticamente, pese a los esfuerzos de los medios de comunicación de sellar a Snowden como un criminal y traidor, la mayor parte del mundo aparenta compadecerse de él. Cualquier gobierno que lo ayude tendrá con mucha certeza apoyo de sus ciudadanos.
El problema es que estos gobiernos se muestran reacios a tomar los pasos necesarios para proveerle libertad a Snowden por las posibles represalias que el gobierno de Estados Unidos pueda tomar. Pero, la represalia por parte del gobierno estadounidense no es tan probable como muchos piensan: Washington se enojó con Hong Kong por aproximadamente un día después de que la región administrativa de China negó la solicitud de extradición, hasta que el enojo se lo llevo el viento. La advertencia de John Kerry sobre “consecuencias” para Rusia y China se revirtió el jueves por el Presidente Obama, quien buscaba bajar el perfil de todo este asunto. Otro ejemplo reciente de represalia de Estados Unidos que no se materializó fue la amenaza hacia los palestinos por buscar reconocimiento de su Estado en la ONU.
También hay cosas que otros gobiernos pueden hacer para ayudar a impulsar este proceso. Lo primero y más fácil sería la denuncia de las amenazas provenientes de Washington contra Ecuador y las preferencias comerciales entre estos dos países en represalia de haberle ofrecido asilo político a Snowden—capaz a través de UNASUR u otro organismo regional. UNASUR tomó pasos similares a estos descritos en respuesta a las amenazas del Reino Unido a invadir la embajada de Ecuador en Londres para capturar a Julian Assange, y estos pasos fueron políticamente exitosos.
Segundo, más gobiernos pueden hacer declaraciones apoyando a los actos de Snowden, tan educadamente como quieran expresarlas, y ofrecerse a recibir una aplicación de asilo político por parte de Snowden—acto que es requerido bajo la ley internacional. Mientras que más gobiernos hagan estas declaraciones, más difícil sería para Washington aislar o amenazar a cualquier otro país.
Tercero, aunque Ecuador se ha mostrado reacio a ofrecer documentos de viaje para Snowden, otros gobiernos pueden hacerlo. Mientras que más gobiernos demuestren su disposición a hacer esto, lo menos probable que son las represalias de Washington.
Y ahora queda la pregunta de cómo hacer llegar a Snowden a un país seguro. En este caso, cualquier gobierno amistoso podría ofrecerle una avioneta privada—es un gasto mínimo para cualquier gobierno. Ciudadanos destacados tanto de los Estados Unidos como de otros países podrían ofrecerse a acompañar a Snowden, para reducir las probabilidades de comportamientos riesgosos por militares estadounidenses (aunque el mismo Obama ha dicho que el “no iba a esforzarse a buscar avionetas” para encontrar a Snowden). El gobierno ruso también podría asegurarse que el vuelo de Aeroflot a Cuba, si llega a llevar a Snowden, sea redirigido para que no vuele muy cerca de los Estados Unidos.
El gobierno ruso, si es reacio a ofrecerle una visa a Snowden, podría en vez proveerle a Snowden transporte a la embajada de Ecuador u de otro país en Moscú, donde Snowden podría aplicar a asilo político y entonces resolver el problema de no tener documentos de viaje. De esta manera los rusos están legalmente obligados a ofrecerle a Snowden un salvoconducto al país que le haya ofrecido asilo. (La reclusión forzada de Julian Assange en la embajada ecuatoriana en Londres por un año, después de haber recibido asilo de parte de Ecuador, es ilegal bajo la ley internacional).
Finalmente, hay la “Segunda Superpotencia,” como fue llamada la sociedad civil global en el 2003 cuando decenas de millones de persones salieron a las calles a nivel mundial contra la invasión de Irak dirigida por los Estados Unidos. Aparte de presionar a sus gobiernos de tomar uno o varios de los pasos mencionados anteriormente, los ciudadanos pueden actuar por su cuenta. Por ejemplo, podrían formar un “Club de Aviación de Snowden,” para recoger fondos para pagar una avioneta privada que lleve a Snowden a un lugar seguro. O hasta un helicóptero que lo podría transportar a la embajada de Ecuador en Moscú. Los fondos para cualquiera de estas opciones deberían ser fáciles de recoger, dado su apoyo popular.
Edward Snowden ha realizado un servicio heroico al pueblo de los Estados Unidos y al resto del mundo, mediante la exposición de graves violaciones cometidas por un gobierno que son una amenaza a la libertad en todas partes. Depende de cada persona que entiende esto—tanto dentro como fuera del gobierno—a asegurarse de que Snowden no siga bajo persecución.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.