02 Julio 2012
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 29 de junio, 2012
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Han pasado 3 años desde que el ejército hondureño lanzó un ataque en la casa del Presidente Mel Zelaya, lo secuestró, y lo llevó fuera del país. La administración de Obama, según sus propias conversaciones con la prensa, estaba enterada del golpe de antemano. Pero el primer comunicado de la Casa Blanca —a diferencia de los del resto del mundo— no condenó el golpe. Eso le mandó el mensaje a la dictadura hondureña y la comunidad diplomática que el gobierno estadounidense apoyaba el golpe y haría lo posible para asegurar que fuera exitoso. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
Al revés de Washington y los pocos aliados derechistas que le quedaban en el hemisferio, casi toda América Latina vio en el golpe una amenaza a la democracia en la región, y en efecto en a sus propios gobiernos.
—Bastaría que alguien diera un golpe cívico ayudado por fuerzas militares, o simplemente cívico, y luego subsanar esto con una convocatoria a elecciones— les dijo la presidenta argentina Cristina Fernández a los mandatarios suramericanos, —con lo cual entonces las garantías democráticas serían una verdadera ficción—. Fue por eso que Suramérica negó a reconocer los “comicios” hondureños celebrados bajo la dictadura seis meses después del golpe. Pero Washington quería que el régimen fuera legitimado. La administración de Obama impidió que la Organización de Estados Americanos (OEA) tomara medidas para restaurar la democracia antes de que las “elecciones” fueran llevadas al cabo.
—Tenemos informes de inteligencia que dicen que después de Zelaya sigo yo— dijo Presidente Correa después del golpe en Honduras. Esto resultó ser cierto: en septiembre de 2010, una rebelión por la policía tomó a Correa como rehén en un hospital, hasta ser liberado después de un tiroteo prolongado entre la policía y militares leales a Correa. Fue otro intento de golpe en contra de un presidente socialdemócrata.
La semana pasada, la advertencia de Cristina Fernández sobre un “golpe civil” resultó acertada con el golpe en Paraguay. El presidente izquierdista paraguayano, Fernando Lugo, fue destituido por el Congreso en un “proceso de juicio político” en el que recibió menos de 24 horas de aviso para preparar la defensa y sólo 2 horas para defenderse. Los 12 Ministros de Asuntos Exteriores de UNASUR, incluso los de Brasil y Argentina, viajaron a Paraguay el jueves para advertirles a los opositores derechistas que esta violación clara de debido proceso era además una violación de la cláusula democrática de la UNASUR. La mandataria brasileña Dilma Rousseff sugirió que el gobierno de los golpistas debiera ser echado tanto de la UNASUR como del MERCOSUR, el bloque comercial del Cono Sur.
Pero los derechistas de Paraguay, país que quedó bajo el poder de un sólo partido por 61 años hasta la elección de Lugo, estaban determinados a volver a su pasado ignominioso. Y sabían que tenían a por lo menos un aliado con que podían contar en el hemisferio.
—En general, esto no lo hemos llamado un ‘golpe’ porque se siguieron los procesos— dijo Victoria Nuland, la portavoz del Departamento del Estado de los Estados Unidos, el 26 de junio. Y, como si estuviera recordando al mundo de la estrategia de Washington respeto al golpe hondureño, agregó: —Uds. saben que ellos deben tener elecciones en 2013, que tienen que avanzar. Entonces, creo que nos abstenemos de más comentarios hasta que veamos como salimos de la reunión en la OEA—.
Por supuesto ella sabía que la reunión de la OEA no resolvería nada, porque en ese foro los Estados Unidos y sus aliados pueden bloquear cualquier iniciativa que no les gusta— como hicieron al principio de la semana pasada. La conclusión es obvia: cualquier facción derechista, ya sea militar o civil, que pueda derrocar a un gobierno izquierdista, aunque sea elegido democráticamente, puede contar con el apoyo del gobierno estadounidense. Ya que éste es el país más rico y poderoso del hemisferio y del mundo, este apoyo vale mucho.
Mientras tanto, desde el golpe de 2009 Honduras se ha transformado en una pesadilla, con el nivel de homicidio más alto del mundo. La represión política compara con los países más pésimos del hemisferio: periodistas, activistas opositores, campesinos luchando por reforma agraria y activistas LGBT han sido asesinados con impunidad. Esta semana 84 congresistas estadounidenses le enviaron a la Secretaria de Estado Hillary Clinton una carta [PDF] pidiendo acción por parte de Estados Unidos en contra de los asesinatos de activistas LBGT y de miembros de la comunidad en Honduras. En marzo, 94 congresistas le pidieron a ella que “suspendiera cualquier ayuda estadounidense al ejército y policía de Honduras, dado las acusaciones creíbles de violaciones graves y generalizadas de derechos humanos atribuidas a las fuerzas de seguridad.”
Hasta ahora la administración de Obama ha ignorado estas peticiones del Congreso, y la atención de la prensa internacional ha sido poca. Irónicamente, esto se debe no a lano-importancia de Honduras sino a su gran importancia: Estados Unidos mantiene una base militar en Honduras y preferiría guardar el país como su propiedad.
Pero el hemisferio y el mundo han cambiado. Estados Unidos ha perdido gran parte de su influencia en la inmensa mayoría de países de América durante la década pasada. Sólo es cosa de tiempo hasta que los países pobres como Honduras y Paraguay ganen sus derechos a la democracia y la autodeterminación.