La tasa de interés publicitada con la que presta el FMI es baja, pero el FMI cobra tasas de interés adicionales significativas para los préstamos más grandes y para los que duran más de cuatro años. El Fondo llama a estas tasas adicionales “sobrecargos”.
Este informe considera que los sobrecargos del FMI son inapropiados e injustificables, sobre todo en medio de la recesión mundial causada por la pandemia y en la recuperación muy desigual entre países.
En su revisión de la política de sobrecargos de 2016, el FMI afirma que esta “parece generlamente haber logrado la consecución de sus objetivos”. Sin embargo, nuestra revisión ha encontrado que:
• Los sobrecargos del FMI tienen un impacto perjudicial en las economías de los países que enfrentan graves dificultades económicas, al desviar divisas cuando más las necesitan. Éstos generan pagos adicionales de intereses por parte de algunos de los países más fuertemente endeudados. Por ejemplo, Argentina gastará $3,3 mil millones de dólares en sobrecargos entre 2018 y 2023. Esto equivale a nueve veces la cifra que tendría que destinar para vacunar completamente a todos los argentinos contra el Covid-19.
• Por lo tanto, estos sobrecargos infringen el Convenio Constitutivo del FMI, cuyo artículo 1° que las actividades crediticias del FMI no pueden ser “perniciosas para la prosperidad nacional o internacional”.
• El FMI manifiesta dos razones para requerir sobrecargos a los países en crisis:
“Estos sobrecargos, basados en el monto del préstamo y en el plazo de reembolso, están diseñados para ayudar a mitigar el riesgo de crédito ofreciendo incentivos a los miembros para que limiten su demanda de asistencia al Fondo y para alentar el repago oportuno, y, al mismo tiempo, para generar ingresos para fortalecer la acumulación de reservas del Fondo”.
El FMI argumenta que necesita estos sobrecargos para incrementar sus ingresos y acumular capital propio (también calificado por el Fondo como “reservas”). Pero la base de capital y la capacidad de concesión de préstamos del FMI depende de acuerdos políticos tales como revisiones de cuotas, nuevos acuerdos para la obtención de préstamos y acuerdos bilaterales de endeudamiento. Considerando la sustancial cifra de $1 billón, citada por la Directora Gerente del FMI en medio de la pandemia, como indicador de la verdadera disponibilidad de fondos para el otorgamiento de préstamos, el FMI no depende de los ingresos de los sobrecargos, los cuales son menores en tres órdenes de magnitud (alrededor de US $1.000 millones en 2020).
• En cuanto a los “incentivos a los miembros para que limiten su demanda de asistencia al Fondo y para alentar el repago oportuno”: Esto se contradice con las circunstancias que enfrentan los países que pagan sobrecargos: a menudo no pueden obtener financiamiento en los mercados privados, y cuando sí pueden, la historia demuestra que son otros los incentivos que los han alejado de los préstamos del FMI. De los pocos países que han pagado anticipadamente, desde 2009 la mayoría son países europeos de altos ingresos que tienen apoyo de las instituciones de la Unión Europea, siendo una situación muy atípica en comparación con los destinatarios habituales de los programas de crédito del FMI. En los países que no encajan en dicha categoría, los repagos fueron impulsados por claras consideraciones de formulación de políticas internas y económicas, por ejemplo, en los cuantiosos reembolsos anticipados realizados por Brasil y Argentina en 2005-2006.
En Brasil, el FMI había desempeñado un papel importante en la formulación de políticas económicas en las décadas anteriores a la elección del candidato del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva, en 2002. Los resultados económicos durante este período fueron desastrosos: por ejemplo, de 1995 a 2002, el PIB per cápita creció solo un 0,4 por ciento anual, y en términos reales disminuyó comparado con el período de 1980 a 1994. Durante el verano y el otoño de 2002, cuando los mercados financieros reaccionaron mal ante la posibilidad de que Lula sea electo, el FMI negoció un enorme préstamo de $30 mil millones descrito como la “construcción de un puente sólido hacia la nueva administración en 2003”. Esto comprometió al nuevo gobierno a contar con grandes superávits presupuestarios primarios (3,75 por ciento del PIB anual) hasta 2004, lo que habría pospuesto durante años la implementación de gran parte del programa del Partido de los Trabajadores.
Por lo tanto, no sorprende que, en diciembre de 2005, Brasil haya reembolsado de forma anticipada el total de los $15,5 mil millones de su deuda pendiente al FMI. En enero de 2006, Argentina pagó anticipadamente el total de $9,8 mil millones de su deuda con el Fondo. Mucho se ha escrito sobre la larga y amarga experiencia de Argentina con el FMI, las condiciones de políticas aplicadas por el Fondo y sus fracasos en ese país, a lo largo de la depresión de 1998-2002 y en la cesación de pagos soberanos (entonces récord) y restructuración de la deuda que le siguió. No hay dudas de que las condiciones del FMI se convirtieron en una cuestión política importante, e incluso electoral, en Argentina durante este período; por lo tanto, había una fuerte motivación y apoyo político para pagar la deuda y así liberarse de la influencia del FMI.
El FMI también señaló que, en el caso de Hungría en 2013, los pagos anticipados “pueden haber reflejado tanto consideraciones políticas como el estigma asociado con el financiamiento del Fondo”.
• Los sobrecargos del FMI castigan a los países más necesitados simplemente por tener grandes necesidades, es decir, actualmente, países que tienen un endeudamiento con el FMI mayor al 187,5 por ciento de su cuota. Estimamos que los sobrecargos constituyen el 45 por ciento del total del servicio de la deuda no vinculada al principal que adeudan al FMI sus cinco mayores prestatarios. El FMI demanda pagos más altos en un momento en que los países prestatarios son los que más restricciones de liquidez tienen. Los sobrecargos incrementan la carga de la deuda para los países en crisis, incluso cuando el propio análisis del FMI sobre sostenibilidad de la deuda demuestra que una menor carga es necesaria para asegurar una mayor probabilidad del pago a tiempo de los reembolsos y de un financiamiento sostenible. Los sobrecargos son procíclicos, porque tienden a aumentar los pagos de los prestatarios al Fondo y, por lo tanto, drenan el gasto público de las economías nacionales en momentos de desaceleración o recesión.
• En 2019, 64 países utilizaron más recursos para el pago de la deuda externa que para la asistencia sanitaria de sus ciudadanos. la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), “la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) desencadenó la crisis económica y social más grave de la historia reciente de América Latina y el Caribe. Se estima que el producto cayó un 7,7% en 2020, lo que representa la mayor contracción de los últimos 120 años”. Esta región ha sido abrumada por las muertes por COVID-19 y por el fantasma de otra década perdida más. Los sobrecargos procíclicos no deberían formar parte de la lista de medidas que contribuyan a dicho resultado, y/o la crisis en curso.
• La cartera de préstamos vigente del FMI nunca fue tan grande. El FMI calcula unos 53 nuevos préstamos de tramos superiores en el mediano plazo. Se espera que los ingresos por tasas de interés regulares también rompan todos los récords. Los sobrecargos se tornan innecesarias en este contexto. Incluso si los ingresos regulares no fueran suficientes para cubrir sus gastos, el FMI debería poder soportar una reducción de sus reservas, de la misma forma en que ha tolerado las pérdidas de su fondo de pensiones debido a la volatilidad en la tasa de descuento actuarial por la crisis.
Al día de hoy, con muchos países todavía en crisis, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha enfatizado la necesidad de una respuesta más robusta que la de 2009:
“Luego de la crisis de 2009, se asignaron $250 mil millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG). El 90% de esos DEG fueron utilizados simplemente para fortalecer las reservas. Hoy también se necesita esto. Pero tenemos que hacer más. Tenemos que utilizar esta oportunidad única para la transformación estratégica de los países, una transformación que será impulsada por esta crisis”.
Pero muchos de estos DEG podrían ser consumidos completamente por los países que están pagando sobrecargos. El FMI podría aprovechar esta oportunidad para eliminar estos cargos regresivos y así liberar, en las economías más necesitadas, recursos que podrían ser utilizados para brindar servicios vitales.