25 Septiembre 2009
Mark Weisbrot
23 de septiembre, 2009, The Guardian Unlimited
En inglés
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Ahora que el Presidente Zelaya ha vuelto a Honduras, los golpistas- después de haber negado que él estuviera ahí, han desencadenado un ola de represión para prevenir que la gente se junte para apoyar el regreso de su presidente. Así es como la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, describió la primera fase de esta nueva represión anoche en una conferencia de prensa:
“Yo creo que el gobierno impuso un toque de queda, acabamos de enterarnos, para tratar de sacar la gente de las calles, para que no pueda haber un desenlace desenvolvimiento imprevisto”.
Pero los desenlaces desenvolvimientos que esta dictadura está tratando de reprimir son bastante previstos. Un grupo pacífico de miles de personas se juntó alrededor de la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, donde Zelaya se ha refugiado, para darle la bienvenida a su presidente. Los militares después usaron el toque de queda como una excusa para lanzar gases lacrimógenos, golpear personas, y arrestar a los grupos hasta que no quedara nada. Hay reportes de muchos heridos y tres muertos. La dictadura le ha cortado la electricidad y el agua a la embajada, y le ha cortado la electricidad a lo poco que queda de los medios independientes, tanto como en algunos barrios. Así es como esta dictadura ha estado operando. Tiene un estrategia muy simple, pero muy brutal.
La estrategia va así: ellos controlan los medios de comunicación nacionales, que han sido desplegados para convencer 30-40 por ciento de la población de que su presidente electo es un agente de un gobierno extranjero que busca convertir el país en una prisión socialista. Sin embargo, esto todavía hay una deja a la mayoría que ha logrado conseguir acceso a otras fuentes de información.
La estrategia utilizada con ellos ha sido tratar de dejarlos desempoderados: a través de miles de detenciones, miles de golpeados, e incluso algunos asesinatos selectivos. Esto ha sido documentado, reportado y denunciado por las principales organizaciones de derechos humanos en todo el mundo: Amnistía Internacional, el Centro por la Justicia y Derecho Internacional, Human Rights Watch, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y otras.
Un actor importante, el único país grande que mantiene un embajador en Honduras durante la dictadura, ha mantenido un silencio ensordecedor sobre la represión: este es el gobierno de los Estados Unidos. La administración de Obama no ha pronunciado ni una palabra sobre las violaciones masivas de derechos humanos en Honduras. Este silencio nos dice todo lo que se necesita saber sobre lo que esta administración ha estado tratando de llevar a cabo en los 87 días desde que los militares hondureños aplastaron a la democracia. La administración entiende exactamente como es que los golpistas están manteniendo su poder a través de la violencia y la represión. Y el Presidente Obama, y su Secretaria de Estado, no han mostrado ninguna intención de menoscabar esta estrategia.
Es más, el Presidente Zelaya ha estado en Washington seis veces desde que fue derrocado, pero nunca fue recibido para reunirse con Obama. ¿Por qué es eso? Lo más probable es que sea porque Obama no quiere enviar una señal equivocada a la dictadura, es decir, su hipocresía en torno a la restauración de Zelaya debe ser tomada en serio.
Estas señales son importantes porque la dictadura hondureña mantiene la percepción de que ellos no tienen por qué responder a más presión de Washington de una manera seria. Ellos tienen billones de dólares en los Estados Unidos que pueden ser congelados o requisados. Pero la dictadura, por ahora, confía en que el equipo de Obama no va a hacer nada para dañar a sus aliados.
La representante de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la Organización de Estados Americanos, Luz Mejías, tiene otro punto de vista del toque de queda impuesto por la dictadura, que es diferente de lo que piensa Hillary Clinton. Ella lo llamó, “una clara violación de derechos humanos y normas legales” y dijo que esas medidas deberían ser procesadas bajo las leyes criminales internacionales.
¿Qué excusa podrán tener los militares para disolver esta demostración pacífica, o podrá tener Hillary Clinton para apoyar la violencia de los militares? No hay ninguna manera de que este grupo de personas puedan haber sido una amenaza a la Embajada de Brasil. Todo lo contrario, ellos estaban protegiendo la embajada. Esa la razón por la que los militares atacaron la agrupación.
El 11 de agosto, dieciséis miembros del Congreso de Estados Unidos enviaron una carta al Presidente Obama urgiéndo a “denunciar públicamente el uso de la violencia y represión de manifestantes pacíficos, el asesinato de organizadores políticos, también pacíficos, y todas las formas de censura e intimidación dirigidas a los medios de comunicación.
Ellos siguen en espera de una respuesta.
Algunos podrán recordar lo que le pasó al Presidente Bill Clinton cuando su administración le mandó señales mezcladas a la dictadura de Haití en 1994. El Presidente Clinton había solicitado que el dictador Raúl Cedras renunciara, para que el presidente electo Presidente Jean-Bertrand Aristide pudiera ser reinstalado. Pero Cedras estaba convencido de que -parcialmente por las declaraciones contradictorias de oficiales de la administración, como Brian Latell de la CIA- que Clinton no hablaba en serio. Después de que Jimmy Carter, Colin Powell, y después el Senador Sam Nunn fueron mandados a Haití para tratar de convencer a Cedras de que renunciara antes de una prometida invasión por los Estados Unidos. El dictador aun no les creyó. En septiembre de 1994 el Presidente Clinton envió 20,000 soldados a derrocar la dictadura y restaurar al presidente electo (quien fue, irónicamente, derrocado de nuevo en 2004, en un golpe instigado por los Estados Unidos).
Hasta ahora el gobierno golpista en Honduras tiene incluso menos razones que la dictadura de Haití del 2004 para pensar que el equipo de Obama vaya a hacer algo serio para sacarlos del poder.
Que horrible y desagradable el mensaje que la administración de Obama está enviando a las democracias de América Latina, y a las personas que aspiran a la democracia en todas partes.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.