03 Diciembre 2013
Mark Weisbrot
The Guardian Unlimited, 3 de diciembre 2013.
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Los resultados electorales son a menudo rebatidos, y esa es una razón por la que los gobiernos invitan a misiones oficiales de observadores de organismos intergubernamentales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) o la Unión Europea (UE). Sin embargo, existen momentos y lugares en los que estas organizaciones de observadores externos presentan una independencia dudosa.
El domingo 24 de noviembre, los hondureños fueron a votar para elegir a un nuevo presidente, a los miembros del Congreso, y a sus alcaldes. Había numerosas preocupaciones sobre la posibilidad de unas elecciones libres y justas en el clima de intimidación y violencia [PDF] que prevalece en el país. Tal como he señalado en otras oportunidades, diversos miembros del Congreso y del Senado de los EEUU escribieron –en los últimos seis meses– al Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, dándole a conocer sus preocupaciones a este respecto.
Sus peores miedos probaron estar justificados. Durante el fin de semana de los comicios, tres activistas del partido LIBRE fueron asesinados. Este hecho ha recibido muy poca atención por parte de la prensa. Sin embargo, imagine si 120 organizadores del partido Demócrata (haciendo una escala en proporción a la población estadounidense) fuesen asesinados en el curso de las elecciones presidenciales en los EEUU. (Un cuarto activista del partido LIBRE fue asesinado el 30 de noviembre.) LIBRE es el partido formado por los hondureños que se opusieron al golpe militar en 2009, el que derrocó al presidente electo democráticamente, Manuel Zelaya, de tendencia cetro-izquierdista. La candidata presidencial por LIBRE fue Xiomara Castro, quien está casada con Zelaya.
Ambas cartas escritas por congresistas y senadores de EEUU expresaban su preocupación ante el proceso electoral, y en este caso el resultado fue más allá que sus peores pesadillas. De acuerdo con los resultados oficiales, Xiomara Castro obtuvo el 28,8 por ciento de los votos, por debajo del 36,8 por ciento del oficialista partido Nacional. Otro partido de oposición recientemente formado, el partido Anticorrupción, liderado por Salvador Nasralla, recibió el 13,5 por ciento de los votos en el recuento oficial.
Informaciones e informes sobre la existencia de fraudes, compras de votos, compras de credenciales por parte del partido Nacional, y otras irregularidades fueron apuntadas por los observadores durante el día de las elecciones y los días siguientes. Por supuesto, algunos de estos hechos suceden en diversos comicios, especialmente en países pobres, por lo que generalmente se apela al juicio de los observadores internacionales para que determinen si los comicios fueron lo “suficientemente buenos” para garantizar la aprobación de sus resultados, o si estos deben ser rechazados. No obstante, hay dos importantísimas cuestiones que acompañan estas elecciones y que levantan serias dudas sobre la legitimidad del conteo de votos.
La primera es la recopilación de los votos por parte del partido LIBRE, divulgada el viernes. Los partidos están capacitados para hacer el conteo de sus propios votos después de llevada a cabo la votación, ya que sus observadores reciben copias de las actas electorales, las cuales ellos firman en los centros de votación. El partido LIBRE fue capaz de rescatar 14,593 de las 16,135 actas electorales (se informó que algunos observadores de LIBRE fueron engañados o intimidados para que entreguen sus copias a las autoridades electorales). Ellos cotejaron las copias de las actas electorales con los resultados oficiales publicados en la página web del Tribunal Supremo Electoral (TSE), y encontraron enormes discrepancias: por ejemplo, se contaron 82,301 votos de más en favor del partido Nacional; y 55,720 de menos para el partido LIBRE. Esto por sí mismo representa más del 4,6 por ciento del total de los votos, más de la mitad de la ventaja del partido Nacional en el recuento oficial.
Se espera que el partido LIBRE cuelgue en internet las actas electorales, por lo que el conteo podría ser verificado. Y si son reales estas discrepancias, serían tan grandes que por sí mismas exigirían el recuento que el partido LIBRE está demandando; por no hablar de la realización de unas nuevas votaciones electorales.
La segunda gran cuestión en este proceso electoral ha sido la deserción de un delegado de la misión oficial de observadores de la UE, Leo Gabriel, procedente de Austria. En una entrevista con el medio brasileño Opera Mundi, Gabriel explicó por qué rompió el protocolo y denunció el informe preliminar de la UE:
Constaté un sinnúmero de inconsistencias en el padrón electoral. Hubo personas que no pudieron votar porque aparecían como muertos, y hubo gente muerta que votó. . . la alianza oculta entre los pequeños partidos y el partido Nacional llevó a la compra y venta de votos y credenciales… Durante la transmisión de los resultados no hubo ninguna posibilidad de averiguar hasta dónde las actas eran enviadas, y recibimos información fiable sobre el desvío de al menos el 20% de las actas originales hacia un servidor ilegal…
También señaló que la mayoría de sus compañeros observadores de la UE no estuvieron de acuerdo con el informe que emitió la delegación, pero fueron estas discrepancias fueron no tomadas en cuenta por quienes lideraban el grupo.
Gabriel concluye que si bien “las misiones de la UE han jugado un papel relevante y han lidiado apropiadamente con la falta de transparencia en procesos electorales”, este no ha sido el caso en estos comicios, donde los “intereses políticos, económicos, comerciales e incluso partidistas prevalecieron”.
El interés partidista más importante es el proveniente de Washington, que invirtió $11 millones (hasta lo que se conoce y ha sido publicado) en la elección, y quiso legitimar el dominio de su aliado, el partido Nacional, tal como lo hizo en las elecciones más descaradamente ilegítimas llevadas a cabo cuatro años atrás después del golpe militar respaldado por EEUU. La OEA abandonó de manera similar su deber de neutralidad en las elecciones en Haití: cambió su informe en el 2000 sobre las elecciones presidenciales para apoyar los esfuerzos de EEUU hacia un “cambio de régimen”, y en 2011 dio el paso sin precedentes de revertir el resultado electoral real, sin siquiera incluso un recuento de los votos– de nuevo, en la línea de las opciones electorales por las que Washington apostaba.
Pero la batalla por esta elección no ha acabado todavía. Miles de hondureños han tomado las calles, a pesar de la creciente represión y militarización del país. La respuesta de los medios internacionales y de las delegaciones de observadores tendrán gran relevancia, por lo que cabe preguntarse: ¿investigarán para identificar si las acusaciones de fraude electoral son ciertas?, ¿o simplemente observarán cómo el partido Nacional, actualmente en el gobierno, se consolida a través de la represión y el apoyo a los resultados electorales por parte de EEUU y sus aliados?
Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR), en Washington, D.C. También es presidente de la organización de política exterior, Just Foreign Policy.
Traducido por Francesca Emanuele