07 Mayo 2010
Mark Weisbrot
Le Monde Diplomatique (France), Abril 2010
En inglés
A lo largo del periodo de expansión que rompió récords en Venezuela, la oposición al gobierno – incluidos la mayoría de los medios de comunicación internacionales, así como Washington – estaban “llorando, esperando, y esperanzando”, como cantaba una vez la leyenda del Rock&Roll Buddy Holly. Rogaban y escribían que el “desastre petrolero” tenía que estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo, durante cinco años y medio desde el primer trimestre de 2003, cuando el gobierno de Chávez obtuvo el control de la compañía estatal de petróleo, la economía real aumentó en un 95 por ciento. Se redujo la pobreza en la mitad y la pobreza extrema en más del 70 por ciento, el gasto social por persona se triplicó, y el acceso a la salud y la educación superior aumentaron drásticamente. . Los votantes recompensaron a Chávez reeligiéndolo por su más amplio margen, 63% en 2006.
Luego, a finales de 2007, mientras la economía de EE.UU caía en recesión, la economía venezolana empezó a desacelerarse. . En el cuarto trimestre de 2008, los precios mundiales del petróleo se derrumbaron repentinamente, cayendo en seis meses de un máximo de $137 a sólo $41. Venezuela entró en recesión por primera vez desde la huelga petrolera de la oposición de 2002-03, sufriendo una contracción en su economía del 3,3 por ciento en 2009. Las oraciones de los enemigos de Chávez fueron atendidas; el “boom petrolero” venezolano, como el último del 1973 al 1977, finalmente se había terminado. El colapso económico seguiría.
Pero, ¿realmente lo hará? Si nos fijamos en lo que pasó en la recesión de Venezuela, parece que se podría haber evitado. El gasto privado, que ya se estaba desacelerando durante 2008, se redujo aún más cuando cayó el precio del petróleo en el último trimestre de 2008. En ese momento, el gobierno necesitaba proporcionar un fuerte estímulo fiscal, aumentando el gasto público tanto como fuera necesario para compensar la caída de la demanda privada. Pero no fue así. En cambio, el crecimiento del sector público se paralizó fuertemente, aumentando sólo un 0,9 por ciento en 2009, en comparación con el 16,3 por ciento en 2008.
Durante mucho tiempo ha habido un doble estándar en materia de política fiscal – que el FMI y otros prestamistas multilaterales han promovido con frecuencia – que dice que los países ricos como Estados Unidos o el Reino Unido deberían recurrir a un gran déficit para contrarrestar una desaceleración económica, pero que los países en desarrollo no pueden. O peor, que tienen que hacer lo contrario – recortar el gasto y reducir el déficit público durante las recesiones. Pero, en realidad, los países en desarrollo pueden utilizar con éxito políticas fiscales expansivas para contrarrestar las recesiones. China salió adelante, en medio de la recesión mundial, con un crecimiento del 8,7 por ciento en 2009, gracias a un fuerte paquete de estímulo. Por supuesto, ayuda mucho que el gobierno chino controle el sistema bancario y pueda obligar a los bancos a prestar, así como el hecho de que el 20 por ciento del PIB sea inversión pública. Pero incluso Bolivia, que no tiene estas ventajas, recurrió a un estímulo amplio y oportuno – varias veces mayor, en proporción a su economía, que el de los Estados Unidos – para acabar creciendo alrededor de un 3 por ciento el año pasado. (Fue el mejor desempeño en el hemisferio, donde la mayor parte de las economías se contrajeron).
La limitación que los países en desarrollo enfrentan al implementar una política fiscal expansionaría durante una recesión es que deben mantener un nivel adecuado de divisas internacionales para evitar una crisis en su balanza de pagos. Esto es diferente de los Estados Unidos, el cual puede pagar por sus importaciones en su propia moneda.
Venezuela experimentó un enorme superávit en cuenta corriente en 2008 – lo que significa que se estaba acumulando dólares. Cuando los precios del petróleo se desplomaron, este excedente se deterioró bruscamente hasta convertirse en déficit – pero sólo durante seis meses. El gobierno recurrió a sus reservas internacionales para pagar las importaciones. Pero no era necesario dejar que la economía se encogiera. Podría haber recurrido más fuertemente a las reservas, ya que estas se han mantenido a niveles altos, haber reducido las fugas de capital, o incluso haber recurrido a préstamos internacionales. La deuda pública externa venezolana es bastante baja, apenas el 11 por ciento del PIB y su deuda pública total es sólo del 20 por ciento del PIB (comparado al 100% del PIB en los EE.UU). Hay que recordar que el gobierno no tiene necesidad de divisas internacionales para el estímulo del país, sólo lo suficiente para cubrir las importaciones en una economía en crecimiento ( contrario a una economía en decrecimiento, en la cual las importaciones también caen), y para mantener un nivel de reservas adecuado.
Todo esto es importante porque demuestra que el crecimiento de la economía de Venezuela no está tan directamente vinculado a los precios del petróleo como gran parte de la gente piensa. El gobierno tiene la capacidad de mantener el crecimiento económico constante cuando de los precios del petróleo fluctúan, especialmente cuando tiene un nivel tan bajo de deuda pública y un nivel relativamente alto de reservas internacionales.
El otro problema económico al que se ha enfrentado Venezuela en los últimos 7 años, ha sido su moneda sobrevaluada. En 2003 el gobierno fijó el tipo de cambio en 1600 (ahora denominado como 1,6 bolívares) por dólar. Se devaluó en dos ocasiones, a 2,15 en 2005, donde permaneció hasta enero de este año.
El problema es que la moneda de Venezuela se ha sobrevaluado progresivamente con respecto a este tipo de cambio fijo. La inflación de Venezuela ha sido mucho mayor que la de sus socios comerciales (ha promediado un 21 por ciento anual durante los últimos 7 años). Esto significa que si el tipo de cambio nominal se mantiene fijo, la moneda se aprecia en términos reales. Suponiendo que el cambio no estaba sobrevaluado cuando fue fijado inicialmente, tendría que haber caído a alrededor de 5,13 por dólar a comienzos de este año, con el fin de mantener el mismo tipo de cambio real. A este tipo de cambio fijo, la moneda se sobrevaluó probablemente más de un 130%.
Un tipo de cambio sobrevaluado encarece las exportaciones de Venezuela en los mercados extranjeros y convierte sus importaciones artificialmente baratas. Esto hace difícil, quizás imposible, que Venezuela diversifique su economía del petróleo – y de hecho, el país no lo ha hecho durante los últimos 7 años.
El 9 de enero, el gobierno devaluó la moneda a 4,3 bolívares por dólar, para la mayoría de las importaciones. Al mismo tiempo, una tasa más alta de 2,6 por dólar se estableció para los sectores considerados esenciales, que incluyen la alimentación, la educación, la ciencia y la tecnología, la salud, maquinaria y equipos, las remesas familiares y las transferencias a los estudiantes que viven en el extranjero.
La devaluación deja al tipo de cambio mucho más cerca de un nivel competitivo. Pero probablemente tendría que ir más allá, y lamentablemente, mientras la inflación continúe a un ritmo elevado, la sobrevaluación de la moneda en términos reales, aumentará rápidamente. La inflación como tal es un problema secundario; con una tasa de 25,1 por ciento para 2009 (frente al 30,9 por ciento el año anterior), debe ser reducida. Pero no está tan lejos del límite del 20 por ciento a partir del cual, gran parte de la investigación macroeconómica cree que se reduce el crecimiento (aunque hay un gran desacuerdo entre los economistas acerca de este asunto).
Venezuela estaría seguramente en mejor posición con un régimen cambiario más flexible, pero aún así manejado, siguiendo con sus controles de capital pero manteniendo un tipo de cambio competitivo para que la economía pudiera diversificarse del petróleo. Esto permitiría por lo menos la posibilidad de llevar a cabo una estrategia de desarrollo económico, algo que – después de décadas de neoliberalismo – está todavía bastante ausente entre los gobiernos en el hemisferio occidental.
Por el momento, los precios del petróleo se han recuperado rápidamente y se encuentran actualmente en 80 dólares por barril. No debería ser difícil para el gobierno restablecer el crecimiento económico rápido este año si así lo decide. La Administración de Información Energética estadounidense (U.S. Energy Information Administration) proyecta que los precios mundiales del petróleo se incrementarán firmemente a $ 98 dólares por barril en 2020, aunque este tipo de proyecciones a largo plazo son inciertas. Venezuela está sentada en lo que ahora se reconoce como las mayores reservas de petróleo en el mundo, una estimación de 500 millones de barriles, el país extrae actualmente menos de mil millones de barriles al año del subsuelo. Las compañías petroleras extranjeras están mostrando un renovado interés en llevar a cabo empresas mixtas con el gobierno.
El gobierno de Chávez tendrá muy probablemente bastante espacio para probar nuevos experimentos económicos y políticos, y aprender tanto de sus errores como de sus éxitos, siempre y cuando el gobierno siga teniendo el control sobre sus recursos petroleros, y acierte con sus políticas macroeconómicas.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro “Social Security: The Phony Crisis” (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.