05 Diciembre 2007
Mark Weisbrot
McClatchy Tribune Information Services, 5 de diciembre, 2007
El lunes pasado, cuando se había contado menos del 90 por ciento del total de votos y con la oposición encabezando los resultados con un 50,7 por ciento a favor y un 49,3 por ciento en contra, el presidente Chávez felicitó a sus opositores por su victoria. Habían derrotado sus propuestas de reformas a la constitución, incluyendo la de eliminar el límite de periodos presidenciales.
Nadie tuvo que haberse sorprendido por la concesión inmediata de Chávez, ya que Venezuela es una democracia constitucional y su gobierno ha seguido la normas democráticas desde que fue electo por primera vez en 1998. A pesar de que no se le renovó la licencia de transmisión a una importante estación de televisión en mayo – la cual no hubiera obtenido una licencia en cualquier país democrático – Venezuela aún cuenta con los medios de comunicación más opositores en el hemisferio. Pero los medios en Estados Unidos han logrado que la mayoría de estadounidenses tenga la impresión de que Venezuela es algún tipo de dictadura o “casi-dictadura”.
Parte de esta desinformación se lleva a cabo a través de simple repetición y asociación (por ejemplo, poniendo la frase “Cuba comunista” en miles de informes de prensa). Así, por ejemplo, el 70 por ciento de los estadounidenses, antes de la guerra en Irak, estaba convencido de que Saddam Hussein era el responsable de las masacres del 11 de septiembre. En dicho caso, los medios más importantes ni siquiera creían esto, pero de alguna manera se difundió y le dio justificación a la guerra.
En el caso de Venezuela, los medios son menos pasivos, al publicar editoriales y artículos de opinión extremadamente exagerados, noticias que algunas veces parecen editoriales y al no tener, en general, un balance en las fuentes utilizadas y el contenido de los artículos.
Pero Venezuela no es Pakistán. De hecho, tampoco es Florida ni Ohio. Una de las razones por las cuales Chávez podía estar seguro de los resultados es que Venezuela tiene un sistema de votación bastante seguro. Esta situación es bastante diferente a lo que sucede acá en Estados Unidos, en donde millones de ciudadanos emiten su voto electrónico sin recibir un comprobante en papel. Al votar, los venezolanos marcan su preferencia en la pantalla de la máquina de votación, la cual recibe el voto e imprime un recibo de papel para el votante. Luego, el mismo votante deposita en una urna esta papeleta que contiene su voto. Finalmente, los votos de una muestra aleatoria extremadamente grande de las papeletas – cerca del 54 por ciento – se cuentan y se comparan con el conteo electrónico.
Si los dos conteos coinciden, eso constituye una garantía bastante sólida contra un fraude electrónico. Para llevar a cabo un fraude de ese tipo, se tendría que manipular las máquinas y llenar las urnas con votos falsos para que coincidan exactamente – una maniobra que desafía la imaginación de cualquier persona.
En 2007, los venezolanos otra vez ocuparon el segundo lugar en Latinoamérica en términos del porcentaje de ciudadanos que están satisfechos o muy satisfechos con su democracia, según la prestigiosa encuestadora chilena, Latinobarómetro – con un 59 por ciento, bastante lejos del promedio latinoamericano de 37 por ciento.
La seguridad de las elecciones es uno de los factores que explican este resultado, pero también el hecho de que el gobierno ha cumplido sus promesas de compartir la riqueza petrolera del país con los pobres y las mayorías. Para la mayoría de las personas – al contrario de los intelectuales en Estados Unidos – votar por algo y conseguir aquello por lo que uno votó, son también elementos importantes de una democracia.
El gobierno de Bush ha intentado consistentemente en que se dé un cambio de régimen en Venezuela, incluso antes de que Chávez comenzara a denunciar regularmente al “Imperio”. Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, Washington ha financiado a líderes y organizaciones involucrados en el golpe que brevemente derrocó al gobierno electo de Chávez en abril de 2002. El Washington Post informó esta semana que el gobierno de Bush le ha estado otorgando apoyo financiero a grupos estudiantiles anónimos, supuestamente de oposición, hasta y durante este año.
Para justificar el objetivo del gobierno de Bush de un cambio de régimen, Venezuela tiene que ser vista como un país no democrático y Chávez como el agresor de Estados Unidos. Al igual que la antesala a la guerra en Irak, la mayoría de los medios están promoviendo los objetivos del gobierno, sin importar las intenciones de periodistas individuales.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR) en Washington, DC. Obtuvo un doctorado en Economía de la Universidad de Michigan. Es coautor, con Dean Baker, de Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos trabajos de investigación sobre política económica. También es presidente de la organización Just Foreign Policy.