18 Mayo 2009
Mark Weisbrot
6 de mayo, 2009, The Guardian Unlimited
7 de mayo, 2009, Common Dreams
En inglés
Vea el artículo en la página Web original
Hace tres años escribí un artículo argumentando que los cambios políticos que estaban arrasando América Latina eran transformadores y probablemente irreversibles, y que dichos cambios fundamentalmente alterarían la relación entre la región y Estados Unidos. Algunas de las causas más importantes del cambio en la región hacia la izquierda – incluyendo el prolongado fracaso sin precedentes en el crecimiento económico desde 1980 – no fueron reconocidas entonces y permanecen mayormente desapercibidas hasta el día de hoy.
En aquel tiempo, la declarada estrategia de Washington era aislar a Venezuela de sus vecinos. Esto fue antes de las elecciones de otros gobiernos de izquierda en Ecuador, Honduras, Nicaragua, Guatemala, Paraguay y El Salvador. Yo argumenté que ésta estrategia estaba basada en una distorsión fundamental de lo que estaba pasando en la región, y que sólo tendría éxito en aislar a EE.UU. de sus vecinos al sur.
Todo esto ya ha pasado, pero más interesantemente, por primera vez tenemos un reconocimiento de este fracaso por parte de la Secretaria de Estado de EE.UU. (Ministra de Relaciones Exteriores), Hillary Clinton. En una conferencia de prensa el pasado viernes, ella dijo en respuesta a una pregunta sobre Venezuela:
“[C]uando vemos el mundo entero, en realidad, vemos un número de países y líderes — Chávez es uno de ellos pero no es el único — que, durante los últimos ocho años, se ha vuelto más y más negativo y antagónico contra EE.UU. . . . la última administración intento aislarlos, intento apoyar una oposición contra ellos, intento. . . de convertirlos en parias internacionales. No funcionó”.
Ésta es una confesión sorprendente, y no se le dio ni una fracción de la atención que se merecía. Clinton no nombró los países, pero en América Latina, Bolivia tendría que ser incluido como un país donde Washington ha provocado resentimiento por su apoyo a movimientos de oposición contra el Presidente Evo Morales. Y por supuesto, está el fracaso de 47 años del embargo contra Cuba:
“Estamos enfrentando un frente casi unido en contra de EE.UU. con respecto a Cuba. Todos los países, incluso aquellos con los que tenemos íntimas relaciones, están simplemente diciendo que tenemos que cambiar.”
Ella no mencionó que esos países también le están diciendo a Washington que debe cambiar su política hacia Venezuela. El Presidente Lula da Silva de Brasil, quien ha defendido consistentemente al Presidente Chávez de Venezuela, le ha dicho lo mismo y se informa que le aconsejó en la Cumbre de las Américas que no escuche a sus asesores – de los cuales, la mayoría parece buscar una continua hostilidad hacia Venezuela y posiblemente Bolivia.
Es sorprendente que la presión a favor de una visión del mundo basada en la realidad haya tenido que venir del Sur, y esto dice mucho sobre el estado de la sociedad civil en EE.UU. ¿Cómo es que ningún miembro de nuestras instituciones de política exterior más destacadas se dio cuenta de esto hace años? Sobre Cuba, ha habido desacuerdo — en parte porque hay intereses de negocios poderosos que quieren tener acceso a la isla, y en parte porque 47 años de fracaso es un largo tiempo, incluso para personas con dificultades de aprendizaje. Pero sobre Venezuela, el enfoque principal de la política exterior de EE.UU. en el hemisferio durante los últimos siete años, sí ha existido un consenso dominante de fantasía y publicidad. Hugo Chávez es el único líder democráticamente electo en el mundo, enfrentando medios de comunicación que son todavía abrumadoramente controlados por la oposición política, en ser difamado con éxito como un “dictador” y como una amenaza para EE.UU. –¿en todo caso, exactamente qué le ha hecho a EE.UU., además de proporcionar un subsidio anual de $100 millones a la gente pobre de aquí para adquirir combustible para calefacción?
La triste realidad es que, aunque EE.UU. por lo menos tiene algunas organizaciones de la sociedad civil que pueden presentar una visión independiente al público en temas domésticos, en temas de política exterior nos parecemos más a Rusia. La abrumadora mayoría de la opinión de expertos en política exterior que tiene acceso a los medios principales de comunicación en EE.UU., consiste de funcionarios del gobierno, antiguos funcionarios del gobierno o gente que de otra manera es influenciada por el gobierno. Ésta es una de las razones por las cuales fue tan fácil invadir Irak, y tan difícil salir de ahí o de Afganistán – a pesar de la arraigada falta de entusiasmo por parte del público estadounidense para enviar tropas combatientes al extranjero.
Hillary Clinton también admitió que Rusia, Irán y China están ganando influencia económica y política en América Latina, y reconoció que estamos operando en “un mundo multipolar”. Esto también es obvio – recientemente China invirtió miles de millones en Venezuela, Brasil, Cuba y Ecuador, y firmó un acuerdo de intercambio de divisas de 10 mil millones con Argentina. Pero el reconocimiento de Clinton de un “mundo multipolar” es poco común y probablemente sin precedentes para un Ministro de Relaciones Exteriores de EE.UU.
Las señales que manda Washington siguen siendo contradictorias: la semana pasada, el Departamento de Estado asestó un golpe injustificado a Venezuela, denominando al país como “un refugio para terroristas”, entre otras alegaciones no comprobadas. (Unos días después, Venezuela deportó cinco guerrilleros colombianos a su país). Larry Summers, el principal asesor en temas económicos de Obama, recientemente mencionó deliberadamente que Argentina no calificaría para la Línea de Crédito Flexible del FMI, a través de la cual México acaba de finalizar un acuerdo por $47 mil millones. Washington es el vigilante principal del FMI; México y Brasil, cada uno también tiene acceso a un acuerdo de intercambio de divisas de $30 mil millones con la Reserva Federal de EE.UU. Éstos son grandes sumas de dinero, y un recordatorio de que Washington todavía está usando su poder tiempos de crisis para un juego de favoritismo político, en vez de contribuir al apoyo de la balanza de pagos regional.
Pero las declaraciones sin precedentes y basadas en la realidad por parte de Hillary Clinton, son señal de que ella y el Presidente Obama se habrán llevado a casa algunas lecciones importantes de sus conversaciones con otros presidentes en la Cumbre de las Américas el 22 de abril. Una nueva manera de pensar como ésta debería haber existido desde mucho antes.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.