La rebeldía del candidato presidencial en Ecuador parece tener puntos válidos

17 Octubre 2006

17 de octubre, 2006, Mark Weisbrot    En inglés

La rebeldía del candidato presidencial en Ecuador parece tener puntos válidos

por Mark Weisbrot

Los Angeles Times – 27 de octubre, 2006

Las elecciones en Ecuador, las cuales pasan a una segunda vuelta que se dará el 26 de noviembre, está recibiendo más atención internacional de lo que normalmente recibiría un país de 13 millones de personas, la mayoría de las cuales son pobres.  La razón es que Rafael Correa, un economista que haría del Ecuador el próximo país en unirse a la “marea rosa” de gobiernos de izquierda que han barrido la región en los últimos ocho años, terminó en segundo lugar en la primera vuelta electoral y tiene buenas posibilidades de ganar.  Su adversario es Álvaro Noboa, un magnate bananero multimillonario y el hombre más rico del país y que está en estricto acuerdo con la política de Estados Unidos para el país y la región.

Correa claramente tiene a Washington preocupado:  Ha denunciado al FMI, al Banco Mundial y sus prescripciones económicas; promete descartar la propuesta de un tratado de “libre comercio” con Estados Unidos, y ha propuesto deshacerse de una base militar estadounidense en el país.  También ha propuesto incrementar los impuestos que se cobran a empresas extranjeras que operan en el país – incluyendo aquellas en el importante sector petrolero – y no niega la posibilidad de declarar al país en moratoria sobre la deuda externa pública.

La mayoría de reportes que se han presentado aquí en Estados Unidos, plantean la candidatura de Correa en términos ideológicos; lo califican de “anti-Estados Unidos”, o como un “aliado del Presidente Hugo Chávez” de Venezuela, y este esquema de “nosotros contra ellos” seguramente predominará en las siguientes semanas. Pero el oponerse a las políticas de Washington por el bien de su país no es una actitud en contra de Estados Unidos y Correa no tiene alianzas con ninguno. Además, si vemos esta contienda electoral desde el otro lado del hemisferio, los argumentos que presenta Correa tienen mucho sentido.

Sobre el FMI, el Banco Mundial, y sus políticas económicas: estas no han dado muy buenos resultados en Ecuador. Desde el año 1980 hasta el 2000, el ingreso por persona cayó un 14 por ciento – un fracaso tan profundo que fue casi idéntico al desastroso desempeño económico de África durante este mismo periodo. Ecuador ha estado sujeto a acuerdos con el FMI durante casi todos los años entre 1983 y 1995, y de acuerdo a dichos acuerdos implementó muchas de las reformas y políticas que fueron recomendadas. Además, el Banco Mundial, desde que Paul Wolfowitz asumió la presidencia de esta institución, suspendió un préstamo que había prometido como un esfuerzo para hacer que Ecuador utilizara la mayor parte de sus ganancias petroleras para pagar deudas en vez de utilizarlas como gasto social.  Así que Correa tiene buenas razones para ver las políticas asociadas al “Consenso de Washington” de estas instituciones como fracasos terribles – y en esto le acompañan mucho economistas y líderes políticos en América Latina.

Para ser justos, hay que mencionar que el desempeño del país ha sido mucho mejor durante los más recientes acuerdos con el FMI entre 2000 hasta 2004, cuando el país logró salir de una profunda crisis económica, y logró restaurar un crecimiento económico razonable mientras la inflación se redujo desde un 96,1 por ciento en el año 2000 al 3,2 por ciento hoy en día.  Pero Correa ha anunciado que él mantendría  la reformas más significativa de este periodo—la adopción del dólar como moneda nacional—una reforma a la que él y otros economistas se opusieron en su momento.  Correa, quien recibió su Doctorado en Economía de la Uniersidad de Illinois en Urbana, es pragmático a pesar de su retórica.

La propuesta del acuerdo de “libre comercio” con Estados Unidos es poco popular en Ecuador, habiendo provocado manifestaciones que paralizaron casi todo el país por casi dos semanas en marzo.  Estas manifestaciones fueron lideradas por grupos indígenas que deseaban proteger a agricultores de las exportaciones subsidiadas de Estados Unidos.  Astutamente, también estos grupos señalaron que no tenía sentido económicamente el sacrificarse por incrementar el acceso a un mercado estadounidense que se achicaría en un futuro cercano al cerrarse, inevitablemente, la brecha comercial que tiene este país.

La amenaza de Correa de una posición dura frente a los acreedores internacionales no es tan peligrosa como se le pinta, en un país que, de todas maneras, apenas si califica para obtener préstamos en mercados internacionales (debido a la moratoria en1999), y a intereses muy altos.  Además, el país tiene un superávit comercial y es probable que por tanto, el país no necesite de mucho financiamiento internacional en un futuro cercano.  Y si lo necesitara, el gobierno de Venezuela, que ya ha otorgado préstamos por 2 mil 500 millones de dólares a Argentina y cientos de millones a Bolivia, ya le ha ofrecido crédito a Ecuador previamente.

En pocas palabras, Ecuador no necesita necesariamente la bendición de la administración de Bush o la de las instituciones internacionales que controla, ni siquiera la del mercado financiero internacional, especialmente si es que las condiciones que podrían imponer no le permiten al gobierno tomar pasos para aliviar la pobreza aplastante que aflige a la mayoría de la población.  Esta es la prioridad de Correa, y como dice él de su programa, “Lo único radical sobre mi es la realidad de mi país.”


Mark Weisbrot es director adjunto del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research—CEPR) en Washington, EE.UU.

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